Fiorella Spinelli, integrante del equipo que dirige Alaniz. La investigación se enmarca en su tesis doctoral.
Si el primer paso para combatir el cáncer es detener su avance e impedir su metástasis, una de las claves para el carcinoma de mama podría estar en el ácido hialurónico, una molécula que se encuentra en numerosos tejidos de nuestro cuerpo.
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El ácido hialurónico es un componente crucial en diferentes procesos asociados con el cáncer, como la angiogénesis, esto es, el crecimiento de vasos sanguíneos nuevos que los tumores necesitan para crecer.En un paper publicado en la revista The Febs Journal, la doctora Laura Alaniz, docente-investigadora del Centro de Investigaciones y Transferencia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (CITNOBA), describió la influencia del ácido hialurónico en la angiogénesis y en la acción sobre los macrófagos, que son un tipo de glóbulo blanco que rodea los microorganismos, los destruye, elimina las células muertas y estimula las respuestas inmunitarias.
La investigación, que se enmarca dentro de la tesis doctoral de la becaria del CONICET Fiorella Spinelli, constó de tres etapas: una in vitro, otra in vivo (con ratones) y una tercera con muestras de tejidos de pacientes oncológicos. Allí intervinieron, además de los investigadores y becarios del Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas de la UNNOBA (CIBA), científicos y profesionales de la Universita degli Studi dell’Insubria de Italia, de la Universidad Austral, del Hospital Interzonal General de Agudos Dr. Abraham Piñeyro de Junín y de la Clínica Centro, también de Junín.
Alaniz explica que la investigación se basó en la acción de los componentes de la matriz de la célula (contexto tumoral). Precisamente, el ácido hialurónico era uno de esos componentes que afecta a los macrófagos. Por eso, se estudió ese comportamiento en los tumores de mama y de colon, que son los de mayor incidencia en mujeres y hombres, tanto en Latinoamérica como en el resto del mundo.
“El objetivo era comprender si la matriz, o sea, lo que está alrededor del tumor, estaba afectando el comportamiento de esos tumores. Si esto sucedía, era plausible buscar terapias para modular la matriz, e indirectamente a las células asociadas como los macrófagos”, cuenta Alaniz.
En este trabajo se logró establecer que el ácido hialurónico actuaba de manera diferente en el tumor de mama respecto del de colon. “Cuando encontramos eso nos preguntamos por qué había esas diferencias si la molécula era la misma”, recuerda Alaniz. Y la respuesta la hallaron en la proteína TSG-6: “Puede haber proteínas que están asociadas al ácido hialurónico, que regulan su comportamiento y hacen que funcione distinto. Justamente, encontramos que la proteína TSG-6, que regula la forma que tiene el ácido hialurónico en la matriz (o sea, alrededor de la célula), se expresaba en los tumores de mama y no en los de colon. Entonces, nuestra hipótesis es que esto no se da por el ácido hialurónico en sí, sino por esta proteína que está regulando su comportamiento. A su vez, todo esto, modificado, afecta el comportamiento de los macrófagos y su acción en la formación de nuevos vasos”.
Una vez establecido el comportamiento se podría, eventualmente, establecer una futura terapia que pueda contextualizar al tumor de mama y no al de colon. También podría utilizarse como marcador, que determine que se está en un contexto desfavorable, lo que podría llevar a la progresión de un tumor. “Los blancos terapéuticos también pueden ser blancos de pronóstico, es decir, que muestren que la molécula puede hacer una previsión de la enfermedad. Se buscan las dos cosas: puede ser de pronóstico o de tratamiento”, resume Alaniz.
En suma, cuando se empezó con la investigación, se sabía que el ácido hialurónico era el mismo en todos los tumores. Lo que se determinó fue que el TSG-6 regulaba su comportamiento de manera diferente. “Creemos que si pudiésemos regular la expresión de esa molécula podríamos afectar el comportamiento de los macrófagos y evitar el desarrollo del tumor. Alaniz aclara que éste sería un largo proceso que permitiría, en un futuro “regular la respuesta inmunológica y hacer que nuestra propia respuesta inmune pueda atacar los tumores”. En otras palabras, plantear un tipo de inmunoterapia. “Y, además, como los macrófagos también afectan a la angiogénesis, reduciríamos la posibilidad de los tumores de expandirse o hacer metástasis”, añade Alaniz.
En lo referente a la inmunoterapia, Alaniz explica que “los tumores no son cuerpos extraños como un virus o una bacteria, pero sí son sitios de injuria”. “El cuerpo censa que algo está mal, pero no se puede defender con toda su maquinaria porque las células son propias”, agrega. En definitiva, el cuerpo lo censa, reconoce que no está bien, pero le cuesta defenderse porque es algo propio. “Por eso las inmunoterapias tienden a potenciar esas respuestas, para que el cuerpo se dé cuenta de que hay algo que está mal”, plantea la investigadora.
En la continuidad de la investigación, se intentará indagar en las maneras de modular los macrófagos. “Como ahora sabemos a qué tumor afecta y a cuál no, es que vamos a ir a uno (al de mama) y no al otro (al de colon)”, concluye Alaniz.
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El equipo de investigación, dirigido por Laura Alaniz, está integrado por Fiorella Spinelli, Ina Sevic, Daiana Vitale y Antonella Icardi.
De izquierda a derecha: Laura Alaniz, Fiorella Spinelli (becaria doctoral de Conicet), Ina Sevic (becaria posdoctoral del Conicet) y Daiana Vitale (becaria doctoral de Conicet).