En el edificio Sacalabrini Ortiz, cada mañana o cada tarde, podíamos ver a grupitos de adultos mayores: a veces tomando clases de informática, a veces con un instrumento musical, o compartiendo el mate, y otras se los escuchaba corear una zamba o una chacarera desde algún aula. También los veíamos caminando por los diferentes lugares del campus universitario y en el José Hernández, por ejemplo, hacían actividad física. Cruzarnos en una mesa grande del comedor Mugica almorzando o tomando la merienda era lo más común.
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El paisaje de la UNLa estaba muy habitado por adultos mayores, hasta que empezó la pandemia y el gobierno implementó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO). Estos adultos mayores asistían a la UNLa para capacitarse en diferentes áreas; para incorporar nociones tecnológicas, hacer actividades físicas, recrearse en las instalaciones de la Universidad y para compartir su tiempo con otros. La mayoría asistía a actividades coordinadas por el Centro del Adulto Mayor (CAM) Mario Strejilevich.
En la Argentina, según datos del censo 2010, más de 4 millones y medio de personas –el 10.2 por ciento de la población– tiene 65 años o más. Es decir, que los adultos mayores argentinos son más numerosos que las poblaciones de países como Uruguay, Panamá o Kuwait. Desde marzo sabemos que ellos son, junto a las embarazadas y las personas con enfermedades preexistentes, la población más vulnerable para el virus que amenaza al mundo. Durante todos estos meses que llevamos aislados para preservar nuestra salud, y en especial la de ellos, nos preguntamos ¿cómo estarán viviendo el aislamiento?, ¿pudieron continuar con algunas de las actividades que hacían?, ¿cuentan con acompañamiento afectivo y emocional?
En diálogo con Argentina Investiga, Silvia Molina (SM) responde estos interrogantes.
–¿Cómo viven los adultos mayores el aislamiento?
SM– En general las personas mayores (PM) son muy respetuosas del aislamiento y las medidas de prevención propuestas. Las vivencias son muy diversas aunque muchos han tenido un incremento de la ansiedad, los miedos a la enfermedad y la muerte. Las particularidades y las posibilidades para procesar el aislamiento están también vinculadas a los resortes que la sociedad puede ofrecer a este colectivo social, en el marco de los derechos y en la lucha contra la discriminación que se ha exacerbado con la pandemia.
Otro aspecto que puede pasar inadvertido es cómo se ha reforzado la estigmatización de las PM como una “carga económica” que afectaría la posibilidad de destinar recursos para la atención de la pandemia. Respecto a lo que tiene que ver con las restricciones de contacto social para evitar el contagio, muchas veces la escasez de recursos económicos no ha ayudado a mantener los vínculos familiares y comunitarios, como consecuencia, muchas PM también han quedado aisladas de estos lazos y otras veces se han expandido los prejuicios en torno a ellas.
–¿Cómo los ha afectado en la salud, en la salud mental, en lo emocional y en los vínculos?
SM– Sabíamos que el ASPO impactaría en las personas mayores ya sea en lo subjetivo, en lo familiar y en lo social. Todo esto depende de las condiciones del envejecimiento, tanto desde lo singular como desde lo comunitario y social, ya que las diferentes formas de las vejeces determinarán diferentes posibilidades y oportunidades para afrontar la crisis.
El miedo, las dificultades para el acceso y la saturación de los servicios de salud operan negativamente en las condiciones de cuidados y autocuidados de la salud. Muchas veces se ha retrasado el acceso al tratamiento en las dolencias que no tienen que ver con la pandemia. Respecto del COVID-19 es muy importante difundir las medidas de prevención y cuidados y no sobre-informar acerca de la enfermedad y la muerte ya que es evidente que entre los mayores de 65 años la mortalidad por esta enfermedad es muy elevada.
En contextos de aislamiento los sufrimientos vinculados a la salud mental empeoran, esto sucede por aumento de la ansiedad, la depresión y la desorganización que acompaña a la pérdida de rutinas. La violencia y el estrés son otros factores importantes de sufrimiento durante las situaciones de encierro. Hay algunos aspectos a considerar que son importantes ante la desigualdad de condiciones de salud de las personas mayores.
El viejismo
Cuando al ASPO se le suman los rasgos discriminatorios e infantilizantes, como la propuesta del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que pretendía que los mayores de 70 tuvieran que “pedir permiso” para salir, contribuye a aumentar el malestar y la incertidumbre de este colectivo social ante la sombra de padecer la misma discriminación a la hora del acceso a la atención sanitaria. Las personas mayores son víctimas de tratos crueles, inhumanos o degradantes cuando, por ejemplo, se les niega el acceso a los cuidados necesarios en el sistema de salud por la presión sobre la capacidad de camas en las instituciones. Esto está directamente relacionado con el crecimiento exponencial del contagio.
Los derechos humanos son universales e inalienables y, en el caso de las personas mayores, las normas y los principios de derechos humanos reconocidos internacionalmente que figuran en los tratados internacionales cubren y protegen a las PM (Naciones Unidas, 2011). Es necesario actuar sin hipocresías; las personas mayores necesitan apoyo y acompañamiento ya que son capaces y responsables a la hora de pensar los cuidados, de hecho llegan a edades que otros no saben si alcanzarán. Faltan políticas inclusivas y sistemas de cuidados que disminuyan los riesgos de esta población, en especial aquellos que son invisibilizados, es decir, aquellos que se encuentran en situación de riesgo porque viven en la calle, los que están en instituciones geriátricas y los que padecen situaciones de encierro.
Mujeres
La problemática del envejecimiento es una problemática de género; si a esto le sumamos que quienes hacen tareas de cuidados también en su mayoría son mujeres es fácil entender que la cuarentena es especialmente difícil para ellas.
Las mujeres tienen mayor expectativa de vida que los hombres y esto ocurre en sociedades francamente machistas, lo que refuerza la exclusión y la injusticia, en tanto los cuidados de la familia, como los cuidados socio-sanitarios, incluyen a las mujeres como grupo prioritario en ese desempeño.
–¿Tenés conocimiento sobre cómo se las arreglan aquellos adultos mayores que no tienen personas más jóvenes que los ayuden con compras de comestibles o de medicamentos en todos estos meses de aislamiento?
SM– Otra vez esta pregunta remite a las condiciones de ese sujeto envejecido: si tiene redes familiares, sociales o comunitarias capaces de brindar apoyo en la resolución de las actividades de la vida cotidiana. Si disponen de dispositivos para acceder a la comunicación con otras personas y/o programas de apoyo y acompañamiento. El acceso a las plataformas y a los programas de voluntariado facilita las posibilidades de acompañar y ayudan a sostener a las personas solas.
En el caso de las personas solas vinculadas a nuestra Universidad, en la que previamente funcionaban programas de capacitación e inclusión, el panorama es diferente. Nosotros veníamos desarrollando programas con capacitaciones, voluntariados y prevención del aislamiento social desde hace muchos años. Siempre promovimos un envejecimiento activo, con derechos e inclusión social.
Este es un punto importante ya que cuando nos “sorprendió” la pandemia, y más tarde el prolongado ASPO, ya teníamos docentes capacitados y grupos organizados. Todo este equipo adoptó diferentes formas de dictado, según cada taller, y las herramientas tecnológicas a las que tenían la posibilidad de acceder los participantes de cada espacio. Usamos plataformas como Google Meet, Zoom, audios y mensajes escritos vía WhatsAapp. También los contactamos a través de las redes sociales y de nuestra radio universitaria Megafón.
Desde que empezó el ASPO el objetivo estuvo centrado en la construcción de dispositivos para los cuidados y el acompañamiento de personas mayores, para fomentar la participación social a través de un plan de actividades a distancia. Las condiciones económicas, de género y de salud nos impiden hablar del impacto en las PM en general, razón por la cual las estrategias que desarrollamos son las que consideramos posibles para los mayores de Lanús vinculados a la Universidad desde diferentes programas y medios. Desde mediados de marzo hasta la actualidad tenemos contacto diario y permanente con ellos.
–¿Cómo mantuvieron el vínculo específicamente con los adultos mayores que asistían a la UNLa a realizar actividades?
SM– Desde los equipos técnicos y voluntarios realizamos llamadas en forma permanente, estamos atentos a recibir consultas, dudas o asesoramiento frente a cualquier necesidad y/o demanda de participantes. Brindamos orientación social, psicológica y nutricional. En julio, por ejemplo, hicimos desafíos visuales, auditivos y de ingenio. Dedicamos un espacio del taller para conversar brevemente sobre las actividades y los sentires; hicimos una Jornada especial con un encuentro intergeneracional virtual.
En el contexto del receso de invierno, nos contactamos con la Coordinación del programa provincial Envión (sede Fiorito Sur), programa destinado a chicos y chicas entre 12 y 21 años que se encuentran en situación de vulnerabilidad social. La propuesta consistió en compartir una tarde de juegos y charlas entre los dos grupos. Convocamos a los y las adolescentes que quisieran participar de la jornada a que se sumaran vía WhatsApp.
Tanto desde los talleres de capacitación y contención, que funcionaron desde marzo, como desde el programa Club de Día, que se mantiene activo de 8.30 a 16.30, promovemos la participación y el desarrollo de propuestas de los mayores. Mantuvimos los talleres de capacitación y estimulación con una modalidad de dictado de dos horas, que funciona como punto de encuentro con las y los compañeros y docentes.
Voluntariado social
Contribuimos a ampliar las redes de apoyo con otros organismos y organizaciones, en especial el INSSJyP (PAMI), con este aporte y fortalecimiento de lazos interinstitucionales pudimos mantener 40 talleres mensuales y el Club de Día con talleres de multiestimulación y apoyo alimentario domiciliario para quienes venían trabajando en el programa.
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Megafón, la radio de la Universidad, socializa la propuesta difundiendo parcialmente las producciones y los comentarios a través de audios emitidos todos los días en el programa "Feria Franca", en el segmento denominado #ResistiendoSinCorona. También en este espacio todas las Personas Mayores de la comunidad pueden enviar audios y sumar sus opiniones a través de la radio.