Imagen gentileza Comunicación y Prensa Club Atlético Belgrano.
Diseñaron una encuesta para ensayar un diagnóstico en torno a cómo los socios y las socias del club perciben y experimentan las violencias cotidianas durante un día de partido. Facultad de Ciencias Sociales
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Con la prohibición de asistencia del público visitante, el 15 de abril del 2017, el Club Atlético Belgrano jugó de local contra Talleres, su clásico rival, en el estadio Mario Alberto Kempes. En la tribuna popular ‘Willington’ se produjo una discusión entre hinchas locales. Emanuel Balbo comenzó a ser hostigado por otros simpatizantes de Belgrano, que lo identificaron como un “infiltrado”, un rival camuflado en territorio “enemigo”. Los cánticos violentos y los golpes se incrementaron hasta que arrojaron al joven al vacío por una de las bocas de ingreso. Falleció dos días después en el Hospital de Urgencias de la ciudad de Córdoba.
Si bien el de Balbo no fue el primer caso de golpiza y muerte de un hincha, fue uno de los más espectacularizados por los medios de comunicación. Pese a su robusta historia y a ser uno de los clubes más importantes de la provincia de Córdoba, Belgrano tuvo su mayor momento de exposición pública, nacional e internacional, a partir de este trágico evento.
“El hecho pudo haber resultado incomprensible o muy doloroso para gran parte de la sociedad, pero no sorprendió a quienes venimos investigando la violencia en el fútbol desde hace tiempo”, recuerda Nicolás Cabrera, investigador del Instituto de Antropología de Córdoba (Idacor – UNC/Conicet).
Cabrera, que investiga temáticas vinculadas a violencias, delitos, seguridad y deporte desde 2010, sostiene que el caso Balbo evidenció, como ningún otro, el fracaso de la prohibición del público visitante y las fisuras de un modelo de seguridad que se mantiene inalterable desde hace al menos 35 años.
“En la Argentina prevalece un abordaje de la seguridad en espectáculos futbolísticos con enfoque represivo, punitivo, y que sólo se detiene en el accionar de las barras bravas. Lamentablemente, el número de víctimas fatales que acumulan estas políticas dan cuenta de su fracaso rotundo”, afirma el especialista a Argentina Investiga.
Para que Alberdi siempre sea una fiesta
El caso de Balbo movilizó profundamente a toda la comunidad de Belgrano. Frente a este panorama, y en base a los antecedentes de trabajo conjunto que ya tenían el club y la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la UNC, surgió la demanda de acciones para prevenir la violencia entre sus hinchas.
Tiempo después, un equipo de trabajo interdisciplinario de esa unidad académica, el Colegio de Psicólogos de Córdoba y el Club Belgrano, articularon el programa integral contra la violencia en el fútbol “Para que Alberdi siempre sea una fiesta”, orientado a la sensibilización y la prevención, con el objetivo de realizar un diagnóstico y motorizar diferentes propuestas para disminuir la violencia en el fútbol.
“La iniciativa combinó el diálogo entre especialistas y responsables institucionales del club. Promovía líneas de trabajo, principalmente para socios y socias, pero también para representantes institucionales, comunitarios y estatales, y también hinchas”, describe Valeria Plaza Schaefer, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (Ciecs – Conicet/UNC) de la FCS, coordinadora del programa de extensión “Seguridad y Derechos Humanos”, de esa unidad académica, y una de las responsables, junto a Nicolás Cabrera, del proyecto en Belgrano.
Cuándo, dónde, cómo y quiénes: las experiencias de las violencias
La primera etapa consistió en la difusión de una encuesta online entre 1.186 personas socias del Club Atlético Belgrano, que consideraba como variables el sexo, la edad, su antigüedad de afiliación y la tribuna a la que asistían (variable económica dada por el tipo de cuota que se abona al club). La encuesta se realizó los primeros quince días de diciembre del 2017. El criterio fue aplicarla en un momento que no estuviera completamente atravesado por los resultados deportivos.
“Necesitábamos un diagnóstico sobre cómo los socios y las socias del club percibían y experimentaban las violencias cotidianas durante un día de partido -explica Cabrera-, pero había que evitar una respuesta desde la moral o un juicio de valor, e invitar a contestar desde la experiencia. Relatar un día de cancha como tantos, describiendo emociones y sensaciones”.
Para Plaza Schaefer, el nivel de participación fue llamativo y revelador: “Si consideramos que transitábamos diciembre -donde se presume que la gente ya está pensando en fiestas y vacaciones- la cantidad de respuestas fue elevada. Desde el comienzo se manifestó el interés de las personas asociadas al club por otros temas más allá del equipo, los refuerzos o la camiseta”, destaca la investigadora.
Respecto a la variable “momento en que se percibe violencia” -donde podía tildarse más de una opción- los que mayor percepción de violencia concentraron fueron los ámbitos ajenos al espectáculo deportivo: festejos en la vía pública, la conmemoración de aniversarios o fechas importantes (45%), o los viajes donde las hinchadas se trasladan para acompañar al equipo (60%).
Además, se registraron percepciones de violencia durante el ingreso y la salida de la cancha. El ingreso fue seleccionado por un 38% de la muestra, mientras que el egreso por un 30%. “Que muchas de las respuestas hayan remarcado esta instancia como violenta, muestra a las claras que el accionar de la Policía aporta mucho a esa sensación”, asegura Cabrera.
En esta línea, el antropólogo señala un enfoque parcial que predomina cuando se debate la seguridad en el fútbol: el silencio sobre el accionar de las fuerzas de seguridad. “La violencia en el fútbol se indaga como algo ajeno a las violencias del personal policial involucrado en el espectáculo deportivo, sin tener en cuenta los conflictos barriales y otras problemáticas que ya vienen como bagaje, tanto en la hinchada como en la Policía”, advierte.
Para Plaza Schaefer, es necesario analizar la violencia en espectáculos deportivos reconociendo sus especificidades, pero dentro de un marco general de los estudios sobre seguridad y sobre violencia policial en particular. En cuanto a los espacios en los que se desarrollan los partidos, los resultados cambiaron según el estadio en el que Belgrano oficiaba de local. El estadio provincial Mario Alberto Kempes es reconocido como un espacio más violento que la cancha del propio Belgrano, ubicada en barrio Alberdi.
“En esta respuesta parecen mezclarse dos cuestiones -observa Cabrera-: el lazo sentimental que une a personas socias, club y barrio, donde la seguridad pasa más por la sensación de sentirse en casa que por cuestiones de infraestructura. Y la influencia de la traumática experiencia del caso Balbo, ocurrido en el estadio Kempes”.
En relación con las prácticas violentas, las agresiones percibidas como más frecuentes son la discriminación y los insultos por parte de hinchas (más de un 60%). En este apartado, la variable de género fue significativa. En las mujeres predominan las percepciones de violencias más simbólicas, mientras que entre los hombres se imponen las respuestas vinculadas a violencias físicas.
Plaza Schaefer apunta que hay distintos factores que explican esta percepción. Uno de ellos se relaciona “con un proceso social que desnaturaliza las violencias simbólicas como chistes homofóbicos y cantos xenófobos, e identifica a los ‘piropos’ como una forma de acoso”, según apunta la investigadora. “Si bien son situaciones que no perdieron legitimidad, es notorio que los umbrales de tolerancia cambiaron”, completa.
Entre los actores más violentos, el más señalado, con un 66%, es la Policía. Una percepción que crece entre la juventud y entre quienes asisten a las tribunas populares. Para Cabrera, la encuesta muestra que la estigmatización por parte de la Policía hacia los barrios pobres no disminuyó y, en algunas prácticas, se intensificó.
“Quienes son jóvenes y asisten a las tribunas más baratas manifiestan percibir más violencia policial. Ser varón, joven y asistir a los partidos en la popular parece ser una condición que profundiza las posibilidades de exponerse a la violencia policial”, arriesga el investigador.
Plaza Schaefer, en tanto, precisa que al incluir estas categorías buscaron reconocer “no sólo violencias ilegales, abusivas y arbitrarias, sino también aquellas formas de abuso cotidianas que integran las rutinas burocráticas de las fuerzas de seguridad, procedimientos respaldados normativamente en la lógica policial y que, en ocasiones, pueden llegar a ser graves violaciones de los derechos humanos”.
Del diagnóstico también se desprende que el grupo de hinchas no asociados son el segundo componente más señalado como violento; una variable poco común que no suele analizarse. “La pertenencia al club juega como un elemento diferenciador respecto de quienes ejercen prácticas violentas y deslegitima las prácticas de quienes no son parte de dicho club. Tanto es así que la barra de Belgrano aparece recién en el tercer puesto entre los actores más violentos”, destaca Cabrera.
La tribuna a la que asisten los socios y las socias también fue una variable productiva para reflexionar: quienes forman parte de las más baratas tienen una mayor percepción y más experiencias de violencia.
En cuanto a las medidas para disminuir la violencia, las intervenciones focalizadas en las personas que actúan de manera violenta se perciben con importantes niveles de efectividad. Sin embargo, también es destacable que las iniciativas vinculadas a la transformación de prácticas y hábitos de convivencia en la cancha cuentan con un importante consenso. “Se trata de un punto de partida importante para avanzar en intervenciones ligadas a transformar lo que se denomina como cultura del aguante, es decir, las condiciones que tornan a la violencia una práctica legítima”, destaca el informe.
De obstáculos y limitaciones
En paralelo al trabajo de diagnóstico, desde el Colegio de Psicólogos de Córdoba se intervino con las divisiones inferiores y sus familias, a partir del desarrollo de un conjunto de actividades orientadas a complejizar lo que se entiende por violencia en el fútbol.
Eso implicó distintas estrategias, a las que también se sumó el área social de Belgrano, como trabajar sobre las canciones que se cantan en la cancha o la producción de consignas y banderas que pusieran en evidencia las violencias naturalizadas en el fútbol.
Concluidas estas experiencias surgieron posibilidades de acción como la elaboración de dispositivos de difusión para socios y socias y articulaciones con el área de Seguridad de la Provincia para acordar protocolos de actuación con los efectivos policiales en los partidos.
Sin embargo, el proceso se truncó debido a los problemas deportivos del Club, que generaron un clima de hostilidad con gran parte de la hinchada, por lo que no pudieron concretarse las acciones planificadas por decisión de las autoridades de la institución.
Pese a la imposibilidad de avanzar con las intervenciones en Belgrano, Plaza Schaefer rescata la posibilidad del trabajo articulado entre integrantes de la sociedad tan diferentes y con lógicas de trabajo disímiles, como los equipos del club, y de investigación de la UNC, y miembros del Colegio de Psicólogos.
La especialista explica que apelar a la participación de la comunidad en las políticas de seguridad apunta a modificar la forma de resolución de los conflictos: se busca prevenir el delito y no sólo sancionarlo. “Es evidente la riqueza de un programa multiactoral, con un enfoque preventivo y fundamentado en investigaciones científicas, y que se haya puesto en marcha en un club importante y con tantos socios como Belgrano lo hace aún más significativo”, insiste Plaza Schaefer.
Para Cabrera, el camino de la prevención -con la participación activa de diferentes sectores- es una alternativa real ante el evidente fracaso de las políticas de seguridad deportiva que se han aplicado hasta ahora. “Si bien es cierto que no pudo quebrarse –en un plazo tan breve y con una experiencia focalizada– la arraigada lógica del exitismo deportivo, al menos iniciamos un camino que es inédito en la Argentina y donde todavía hay mucho por hacer”, sostiene el antropólogo.
El artículo
Violencias, seguridad y dilemas Metodológicos. Una mirada sociológica de la experiencia en el Club Atlético Belgrano de Córdoba, Argentina. Publicado en “Runa”, revista del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, enero de 2021.
Equipo de trabajo
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CABelgrano | Marcos Ibáñez, Franco Rizzi, Karina Pereyra y Ayelén Ceballos. Colegio de Psicólogos Córdoba | Adriana Castillo y Jeremías Miretti. Facultad de Ciencias Sociales – UNC | Valeria Plaza Schaefer(coordinadora), Susana Morales, Magalena Brocca, Nicolás Cabrera y Gonzalo Assusa.