Restos de glifosato y endosulfán fueron hallados en granos de soja verdes y maduros. También en alimentos ya procesados y en el suelo usado para la siembra, que causaron la contaminación de las capas freáticas. Estos fueron los resultados de diversos trabajos de investigación desarrollados por el grupo de Medio Ambiente del Intec (UNL-Conicet) que realizó estudios referentes al uso de glifosato y el endosulfán, plaguicidas ligados al cultivo de la soja.
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El glifosato, cuyo nombre químico es N-fosfonometilglicina, se transformó en un herbicida global por su versatilidad para controlar un amplio espectro de malezas que afectan la soja y porque forma parte de un paquete tecnológico que ha modificado en forma sustancial el sistema agroganadero tradicional. Por su parte, el endosulfán es un insecticida clorado y prohibido en muchos países, pero que en el nuestro sigue utilizándose para combatir la chinche verde de la soja. “Pusimos énfasis en estos dos plaguicidas porque su uso aumentó en paralelo al incremento de la superficie cultivada de soja”, indicó a InfoUniversidades María Inés Maitre, investigadora del equipo del Intec.
En 1997, y junto a la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNL, el grupo comenzó a realizar estudios controlados de fumigaciones en cultivos de soja, y analizó tanto el suelo como las plantas y las semillas; en este sentido Maitre aclaró que “por ser éstas utilizadas en alimentos, es importante saber el nivel de residuos de pesticidas que contienen”. Una síntesis de los resultados del trabajo se presentó en el Segundo Workshop Latinoamericano sobre Residuos de Pesticidas, Alimentos y Medio Ambiente, organizado por la UNL.
Residuos en soja
Los investigadores diseñaron una técnica -modificando la molécula del herbicida y utilizando métodos cromatográficos- capaz de detectar los restos de glifosato en la soja. Algo que no es posible mediante análisis comunes, lo que constituye una de las causas de la escasa información con respecto a su residualidad en muestras ambientales y de alimentos.
Para comprobar los niveles de residuos que quedan en las semillas, los investigadores realizaron pruebas con aplicaciones controladas de Roundup (nombre comercial del glifosato) en tres lotes de la localidad de Franck, en el departamento Las Colonias. En los muestreos con una sola aplicación no se encontraron restos del herbicida, pero luego de analizar la soja sometida a más de dos aplicaciones observaron que aparecían residuos. “Si bien estaban debajo de los límites permitidos, fue un llamado de atención, porque es un cultivo transgénico que, además, tiene el agregado de un tóxico muy discutido”, enfatizó la investigadora.
Entre 2000 y 2001, otro estudio hecho en las localidades de Diamante y Sauce Pinto, Entre Ríos, sobre aplicaciones en soja verde -un producto muy consumido en Asia-, demostró que existían restos de ambos plaguicidas. Además, se realizaron ensayos en soja convencional, es decir, no realizada por siembra directa y transgénica, con distintas aplicaciones de glifosato. “En los dos lotes la aplicación se realizó a distintos días de la siembra, a 90 días, en uno, y a 60 y 92, en el otro. Se desarrolló para la investigación una metodología muy específica, porque había que analizar dos plaguicidas: glifosato y endosulfán. El primero es soluble en agua, pero el otro lo es en solventes orgánicos, porque tiene capacidad para acumularse en grasas. No se podía desarrollar en el mismo análisis la extracción de los dos compuestos. Por ello, se hicieron las investigaciones basadas en normas estandarizadas, pero con modificaciones para poder detectar residuos de endosulfán por cromatografía gaseosa y residuos de glifosato por cromatografía líquida”, detalló Maitre.
En los lotes donde se realizaron las aplicaciones se encontraron restos de endosulfán. También se analizó un metabolito de endosulfán, porque este plaguicida se transforma en tres compuestos diferentes. De todos, el sulfato de endosulfán es uno de los más tóxicos. También se encontraron residuos de glifosato en cantidades permitidas. “El problema es que, a medida que aparecen mayores cantidades de residuos, se elevan los niveles permitidos”, explicó la investigadora.
Restos en procesados y en suelo
Por otra parte, el equipo realizó pruebas en alimentos basados en soja para ver si los tóxicos permanecían a pesar de todos los procedimientos de elaboración. De ese modo, analizaron tofu, leche de soja, milanesas húmedas y secas. Se encontró glifosato en las milanesas secas, aunque no en cantidades altas, pero significa que luego de los procesos industriales se siguen hallando residuos. También se trabajó en aceites y allí había residuos de endosulfán. Además, el equipo estudió la permanencia de los plaguicidas en el suelo. Según la especialista, el glifosato siempre fue promocionado por su rápida degradación y se “pudo concluir que, a pesar de que el glifosato se adsorbe, tiene capacidad también para reabsorberse. Entonces, en épocas muy húmedas y lluviosas puede drenar en el suelo y contaminar las capas freáticas”.
A la misma conclusión llegó el Inta de Pergamino, que tiene instalados unos lisímetros donde se recoge el agua de lluvia. Luego de realizadas las aplicaciones y de cada precipitación, se junta el líquido que se lixivia en el suelo y se analiza para ver cuánto drenó. La investigadora expresó que “se llegó a la misma conclusión: en un año en que prácticamente no llovió no encontramos residuos. Pero en un año muy llovedor se encontraron restos de glifosato”.
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Además, realizaron experimentos en laboratorio variando el pH de los suelos. “Depende de qué pH tenga el suelo, es decir, de su acidez o basicidad, se determinará la disponibilidad de glifosato. Esto puede ser importante, porque junto a los plaguicidas se aplican grandes cantidades de fertilizantes. Las variaciones que se producen pueden afectar la movilidad”, cerró Maitre.