Una plausible explicación del origen de la crisis financiera internacional parte de considerar una combinación de errores de diagnóstico generados al asumir que la situación consistía en un problema de liquidez del sistema, cuando en realidad se trataba de un problema de solvencia y de políticas que se han ido concatenando. En efecto, los excedentes de liquidez de los últimos años se canalizaron provocando un fuerte incremento de créditos; la insolvencia bancaria, por su parte, fue efecto de las poco adecuadas regulaciones en los mercados financieros y esto derivó en la crisis.
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Hoy, el mercado financiero muestra una actitud de “terror instalado” ante la operante pérdida de patrimonio; ello impulsa a la búsqueda de opciones seguras, por lo que los agentes económicos se vuelcan al oro o al mismo dólar. Esta actitud, que pareciera paradójica, nos lleva a preguntarnos ¿por qué los agentes económicos confían en los dólares estadounidenses? La respuesta es simple: porque los inversores tienen que vender los títulos depreciados y hacerse de dólares para cancelar deudas.
En América Latina, por su parte, las restricciones se empezaron a sentir con efectos diferentes en cada país. Varían de acuerdo con el grado de ligazón que estos países tengan con las economías más afectadas. En esta dirección se visualizan dos situaciones: a) el ciclo económico largo de crecimiento (Kondratieff) que se viene operando en China y el sudeste asiático, y pareciera que se mantendrá, y b) las economías en recesión o frenadas como la de Japón, la Comunidad Europea y los Estados Unidos.
Hasta los primeros días de octubre, Argentina se encontraba en un proceso “virtuoso”, deducible de los datos macroeconómicos que evidencian una consolidación de las principales variables. De hecho, por lo menos desde una mirada a corto plazo, la desconexión financiera de nuestro país con el mundo, los superávit tanto comercial como fiscal, juntamente con la presencia de un sistema financiero más sólido y una moneda aceptada internamente por todos, permitieron que nuestra economía estuviese más resguardada ante la crisis.
Dada la relación comercial que Argentina mantiene con Brasil, es éste el principal actor a observar en su evolución. El 30% de nuestro comercio externo se halla concentrado en este país y hace ya 65 meses que el saldo comercial bilateral muestra un rojo para nuestro país (compramos más de lo que vendemos). Las vías de contagio de la crisis entre Brasil y nuestra economía impactan de forma particular en dos puntos: la competitividad y la economía real.
Las medidas de cobertura ante situaciones de este tipo, y para con el socio mayor del MERCOSUR en particular, deberían avanzar sobre salvaguardas y cupos de intercambio, aunque también podrían operarse los mecanismos de adaptación competitiva (comercio regulado). En el caso particular de China, cabe incluir las medidas anti dumping.
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Mirando hacia adentro y habida cuenta de que casi el 11% de la población se halla en la línea de pobreza y 4,7 millones de personas en situación de indigencia, es fundamental avanzar sobre las medidas ya vigentes de contención social. En este sentido, es sumamente importante mantener el nivel de empleo, aun cuando conlleve una limitación en la puja salarial. Además, resultará necesario en el corto plazo proveer de liquidez a los sectores productivos, no retrasar el tipo de cambio, enfrentar la caída de subsidios y analizar, entre otros aspectos, los temas de competitividad comercial con los países vecinos.