Reflexionar acerca del desarrollo económico es pensar en la economía, pero también en la política; es abordar el presente, pero también repasar la historia; es analizar los mercados, pero también el rol de los Estados; es mirar puertas adentro, pero también establecer una perspectiva comparada. Desde un enfoque transdisciplinario, el Doctorado que dirige Juan Santarcángelo, en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), aporta herramientas para la discusión y la acción. Los estudiantes se gradúan con tesis valiosas y adquieren capacidades para participar del proceso de toma de decisiones en instituciones públicas y privadas.
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–¿De qué se trata el Doctorado en Desarrollo Económico?
–Es el único Doctorado en el área que incorpora diferentes perspectivas. Cada fenómeno puede pensarse e interpretarse de distinta manera; los marcos teóricos habilitan priorizar diferentes aspectos y extraer algunas conclusiones. Te pongo un ejemplo: el desempleo. Para la teoría neoclásica dominante, el desempleo es el resultado de economías que evidencian problemas (producidos por la intervención estatal y los sindicatos fuertes) en el marco de mercados que en verdad son perfectos; para la teoría keynesiana, los mercados no funcionan perfectamente y el rol estatal es fundamental para solucionar el conflicto y achicar la desocupación; para el marxismo, es una necesidad del sistema y se explica por la dinámica de acumulación.
–De manera que un mismo fenómeno provoca la emergencia de diversos abordajes que implicarán distintas políticas.
–Exacto. Nuestro Doctorado propone analizar los mismos fenómenos pero desde diferentes marcos teóricos. Ello es bastante peculiar porque en la Argentina, la escuela que se enseña es la neoclásica. El problema, en definitiva, es que las políticas que se toman con base en esta línea teórica tienen impacto en la vida cotidiana de la gente. En los ‘90, Domingo Cavallo aplicó de manual todo lo que debe hacer un economista si el mundo funciona como lo hace el modelo neoclásico, y así terminamos en 2001 y 2002. Bajo esta premisa, armar un Doctorado cuyo eje esté colocado en el desarrollo económico implica pensar los problemas desde una óptica multidisciplinar. No sólo incluye a la economía (el crecimiento, la cultura productiva, la tecnología) sino a todas las ciencias sociales: ciencias políticas, sociología, historia (la calidad del empleo, la evolución del salario, las condiciones de vida, la distribución del ingreso). Los fenómenos no pueden comprenderse sin su contexto histórico y social.
–El Doctorado también incluye la perspectiva comparada…
–Sí, nos interesa comparar la situación argentina con las de otros países de América Latina y con otros fenómenos internacionales. A las naciones de nuestra región les ocurre más o menos lo mismo y afrontan etapas similares: en todas hubo sustitución de importaciones, un fuerte desarrollo industrial y clase trabajadora organizada, así como también, neoliberalismo impuesto por dictaduras. Asimismo, nos interesa pensar, desde una mirada crítica, la realidad social que nos toca vivir en el presente.
–¿Algún ejemplo?
–Tenemos muy incorporado el hecho de vivir en medio de la globalización. A priori, en el presente, el escenario globalizado pareciera brindar a todos los países las mismas posibilidades de desarrollo. Sin embargo, si revisamos la historia, no es más que una ilusión: en los años ‘70, el estructuralismo latinoamericano ya dividía al mundo en grupos de países centrales y periféricos. La corriente del imperialismo se orientaba en el mismo sentido: hay naciones que constituyen el imperio y otras que no. La carga simbólica que trajo consigo la hegemonía del modelo neoliberal erosionó y desplazó, en parte, este tipo de discusiones que se daban a partir de corrientes de pensamiento contrahegemónicas. Si para América Latina había alguna chance de desarrollo hay que remontarse a la aplicación de esas teorías estructuralistas e imperialistas que se perdieron a partir de los ‘80 y los ‘90.
–En este caso, la referencia también debe hallarse en la teoría de la dependencia.
–Tal cual. Los pensadores de la dependencia sostenían que no era posible el desarrollo como tal, de modo que lo que había que hacer era transformar el sistema. En el Doctorado, nosotros discutimos la teoría dominante de la globalización con estas otras, con la imperialista, la estructuralista y la de la dependencia. De aquí la importancia, de nuevo, del análisis comparado: abordar qué hizo China, Australia, cuáles fueron los caminos que tomó el sudeste asiático, o bien, las naciones nórdicas para resolver sus problemas de desarrollo. No para copiar estos modelos puertas adentro, sino para revisar algunas herramientas que en nuestro contexto podrían ser adaptadas y funcionar.
–Hay un núcleo duro de materias troncales y luego seminarios más bien específicos.
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–Sí, se abordan cursos con temas específicos relacionados a lo financiero, por ejemplo: el dólar, fuga de capitales, el endeudamiento. Abordamos muchísimas áreas, pero en sentido general todas apuntan a lo mismo: se trata de pensar y reflexionar acerca de cómo hacer para que se desarrolle la Argentina. Hay una calidad de estudiantes muy buena y las tesis que se han terminado tienen mucho nivel. Hay un grupo de grandes economistas y cientistas sociales que pasaron por nuestro Doctorado y hoy forman parte de instituciones (gubernamentales y no gubernamentales) y toman decisiones. Estamos conformes, pero siempre vamos por más.