Carlos Costa es profesor del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas y Naturales (FCFMyN) y coordinador para la Fundación Global Earthquake Model (GEM) de un proyecto internacional que permitirá cambiar la historia de los eventos sísmicos en América Latina.
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Ya no habrá que correr tras el terremoto, como se ha hecho hasta la actualidad, porque el proyecto no sólo actualizó inventarios existentes mediante una estructura de trabajo colaborativa entre científicos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela, sino que sumó la información necesaria para que los eventos no se conviertan en catástrofe.
La información compilada permitió la confección de una base global de datos, abierta, que puede ser consultada y modelada por los usuarios de todo el mundo y es la primera en su tipo para América del Sur y el Caribe. El científico define su trabajo y el de sus colegas como “el aporte que la información geológica puede hacer a la caracterización de la amenaza sísmica y a los criterios que existen para tratar de cuantificarla”.
Desde el punto de vista geológico, esto tiene que ver con la ubicación y caracterización de fallas geológicas que son fuentes sismo génicas. “Son –explica- como cicatrices de la corteza terrestre donde se acumula energía elástica durante cierto tiempo, con patrones personalizados para cada falla. Cuando esa acumulación de energía elástica supera cierto límite, que es propio de cada sector de la corteza, se produce un deslizamiento brusco, que se traduce en la propagación de la onda que viajan a la corteza y producen lo que conocemos o percibimos como un sismo”.
En América del Sur, la principal amenaza sísmica es lo que se llama zona de subducción o fosa del Pacífico, pero se identificaron otras fallas que son importantes porque son más superficiales y tienen mayor chance de estar cercanas a grandes áreas urbanas u obras de ingenierías como centrales nucleares o de almacenamiento radioactivo.
En Argentina, la principal amenaza no está asociada a la zona de subducción sino a la acumulación de tensiones o energías elásticas dentro de la corteza Sudamericana. “Es como si pensáramos en una torta de cumpleaños, que cortamos en muchos pedacitos y empezamos a comprimirla, en algún momento, algún bloquecito salta, y eso, a escala continental, es un sismo que puede ser de magnitudes e intensidades muy distintas”, ilustró el científico.
En los problemas sísmicos se distinguen tres (3) conceptos: amenaza (constituida por las características que hacen que pueda ocurrir en un determinado espacio un sismo); la exposición (que identifica cuántas infraestructuras, poblaciones o personas están expuestas a esa amenaza), y la vulnerabilidad (que nos dice qué tan preparadas están las poblaciones para soportar esa amenaza). El análisis conjunto de esos valores determina el riesgo.
Uno de los aportes que recibió el trabajo internacional fue el del proyecto SARA, por el que se hizo una alianza entre el sector financiero y el académico para poder calcular sobre estándares homogéneos la amenaza, la vulnerabilidad y el riesgo bajo modelos probabilísticos que fundamentan la toma de decisiones en los procesos de gestión.
Costa sostuvo que “había experiencias anteriores” pero que su equipo fue “un poco más allá” a tratar de poner esa información en un formato “que puede ser leído por todos estos modelos de cálculos que son muy sofisticados a nivel matemático y estadístico”.
El reto, entonces, no fue sólo compilar e inventariar lo que ya conocían, sino tener cierta certeza de que estaban comparando e inventariando con criterios semejantes estándares uniformes y de modalidad abierta, para que sus usuarios puedan consultarlas y acceder a los algoritmos que utilizan para ese cálculo.
Quienes financiaron este proyecto fueron las industrias del reaseguro, que deben tener esta información para tomar decisiones globales que les permitan evaluar la factibilidad de grandes emprendimientos financieros.
Había una base estudios que quedó desactualizada. ¿Encontraron muchas diferencias en las mediciones?
Cuando hicimos el primer inventario, que fue para otro proyecto más académico a principios de los ’90, inventariamos para Sudamérica y algunos países de América Central, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Honduras, 360 fallas. Entre el 2005 y el 2007, otro proyecto internacional, esta vez financiado por la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional, inventariamos 565, y ahora, solamente para Sudamérica inventariamos 1.570 fallas.
Como orgullo sudamericano podríamos decir que, hasta ahora, es la única región mundial que generó una base de datos construida en base al “networking” local. Por primera vez pudimos construir el mapa probabilístico de amenaza sísmica que pone probabilidades con respecto a la ocurrencia en tiempo y espacio de un determinado evento. El objetivo final es que todos estos resultados se trasladen a la previsión o actualización de todo lo que son códigos sismo resistentes.
La ventaja de estos programas es que siempre que hay un sismo, generalmente se habla de magnitud y de intensidad, que son los parámetros que sirven para medirlo. Ahora, a los ingenieros que hacen diseños sismo-resistentes les interesa comprender cuáles pueden ser los valores máximos de aceleración de la gravedad porque esto es, básicamente, el mayor desafío que tiene que soportar una estructura.
Estos programas no sólo tienen en cuenta la falla, sino todo el catálogo sísmico; una serie de ecuaciones que se llaman predicción de la trayectoria de la onda, reducción de la energía y, con todas esas capas de información de naturaleza diferente, se integra ese análisis probabilístico que muestra curvas de isoprobabilidad (igual probabilidad) que en los próximos diez (10) años en ese sitio ocurra un sismo.
Todo ese tipo de cosas es algo que permite tener un lenguaje común o más transversal entre las distintas disciplinas que trabajan en el caso: ingenieros, geofísicos, geólogos, sociólogos, que tienen distintas metodologías de obtención de información. Y los usuarios, obviamente, tampoco entienden cómo se captura esa información; entonces, el desafío es ponerla en un lenguaje comprensible, sencillo y que esté disponible para la toma de decisiones.
A las empresas de seguro les interesa mucho el tema de la resiliencia, es decir, cuánto va a tardar en recuperarse la capacidad económica instalada en una región después de un sismo. Cuánto va a ser la caída del PBI en esa región, porque no tengo toda la seguridad en infraestructura o mi parque industrial está más cerca de una zona que tenía problemas de suelo. Todas las cuestiones que terminan determinando el alcance de un sismo.
¿Cómo receptan los Estados este tipo de investigación?
Hay una diferencia muy clara, más allá de la sociología, entre la situación geográfica de cada Estado. Hay un precepto muy común que nosotros usamos en riesgo sísmico que dice: “nadie va a tomar acciones concretas para reducir el riesgo sísmico si no sabe que está en peligro”.
Por eso es muy distinta la respuesta de Chile a la de Argentina, que su poder político está en Buenos Aires, y allí las cosas que generan mayores movilizaciones son, por ejemplo, las inundaciones. El problema sísmico se lo considera restringido básicamente a la zona de Mendoza y San Juan.
Lo que nuestros mapas muestran es que eso puede ser una lectura bastante incorrecta, pero la preparación para la resiliencia es muy variable y esto más que dependiente del tipo de gestión o color político tiene que ver con la percepción social del fenómeno, por eso entendemos que la educación social es el primer camino.
¿Hacia dónde se extiende el nuevo mapa fuera de la zona de Cuyo?
Consideramos, en cuanto a capacidad sísmica, toda la zona al Este en lo que es Sierra Pampeana, San Luis, Córdoba, la Rioja, Catamarca y Tucumán.
Hemos demostrado hace muy poco que en la Villa de Merlo, en San Luis, tenemos uno de los mejores ejemplos de capacidad sismogénica. Las fallas que bordean la Sierras Pampeanas, están prácticamente en capacidad de generar sismos de magnitud 7 o 7.5. No sabemos cuándo pero, por esa razón, consideramos que la vulnerabilidad de la región es mayor. La capacidad socioeconómica instalada en esa región es mucho mayor que la zona de Mendoza y San Juan. Tenemos San Luis, Rio IV, Córdoba, Santiago, Tucumán, la Rioja, Catamarca, varias poblaciones, muchos diques y una central nuclear.
La originalidad de este mapa es que no se basa en el catálogo de sismos registrados de manera instrumental con forma histórica como los mapas del INPRES. Ese mapa es una foto que no necesariamente representa la película, y uno de los grandes problemas que tenemos en América del Sur es que las principales capitales están sitiadas cerca de fallas como Caracas, La Paz, Santiago, Mendoza, San Juan.
La idea es no repetir la historia que siempre hemos tenido de ir corriendo detrás del sismo, después del sismo de 1944 se creó el IMPRES, después del ocurrido en 1977 se hizo el estudio de zonificación sísmica de San Juan; y luego del sismo de 1985 en Mendoza se hizo la zonificación en esa Provincia.
La idea es que se deberían generar acciones de gestiones preventivas antes, y llevar a la práctica un código sismo resistente, que es resistido porque encarece costos. Las autoridades de aplicación son, generalmente, los municipios, y el informe de zonificación del IMPRES duerme muchos años en los cajones de varios municipios. A veces no interesa la probabilidad sino que prima un criterio más determinista. Si a mí me dicen que acá yo puedo tener un sismo de magnitud 7 y lo que estoy planificando es un ordenamiento territorial, un hospital, una planta transformadora de energía, un basurero nuclear, no lo pongo.
¿Para las empresas debe tener un impulso distinto?
Sí; es una asociación bastante inédita. Las empresas necesitan de la investigación para poder poblar sus bases de datos, y para la parte académica son recursos que de otra manera no conseguimos para motorizar proyectos internacionales.
Esta iniciativa del GEM (Fundación Global Earthquake Model) nació en el 2008 y tiene sponsors tanto públicos como privados, del Banco Mundial, varios gobiernos, varias corporaciones de seguros de Europa y EE.UU., servicios geológicos de distintos países. Es un desafío grande, pero ya se han generado los primeros resultados y de alguna manera esto significa que genere una presión lícita a la hora de decir acá hay algunas cosas que hay que modificar, revisar o hacerlo de nuevo con metodologías más modernas.
¿Cómo se diseñó la nueva base de datos?
Lo hicimos con un geofísico italiano que maneja la parte informática y yo propuse los criterios de compilación: qué parámetros, qué estructura de la base de datos, cómo cotejar, qué criterios teníamos para homogeneizar esos datos.
Trabajamos mucho con la datación de la edad absoluta de los sedimentos, que son técnicas muy sofisticadas, muy caras y no se hacen en Latinoamérica. En base a eso que nos da el tiempo y en base al desplazamiento de una falla, nos da las velocidades y esas velocidades tienen relación directa con la recurrencia de un sismo y con la magnitud que esa falla es capaz de generar. Es el dato más preciado por los modeladores de la amenaza.
Lo que se intentó hacer es que el modelo, aún con incertidumbres epistémicas, posea índices de confiabilidad. Los geólogos, por primera vez pudimos ver el impacto de nuestros datos, como por ejemplo: la falla que está en Santa Cruz de la Sierra, que tiene un potencial muy alto.
Para que esto progrese tiene que haber programas institucionales bien claros porque implica un entrenamiento específico que no se adquiere en el grado sino el posgrado y esos recursos humanos hay que cuidarlos, por eso tratamos que las agencias institucionales que tienen esa misión desarrollen programas específicos para que haya una direccionalidad clara.
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Los países que tienen participación en esto la van a actualizar, pero en los que no tienen un programa claro ni entrena a sus recursos, va quedar ahí.