El llamado a licitación del Gobierno nacional para la compra de penes de madera volvió a poner a la educación sexual que se imparte en la escuela en el centro del debate social. Pasaron casi quince años desde que la Educación Sexual Integral (ESI) fue reconocida por ley como un derecho a ser garantizado en todos los niveles del sistema educativo nacional. Sin embargo, lo que se entiende por ESI continúa siendo un campo en disputa, donde se juegan los límites de lo enseñable y decible en el ámbito escolar.
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Más allá de los prejuicios y los tabúes sociales ¿qué piensa el estudiantado sobre este tema?, ¿qué lugar se les asigna a sus demandas y deseos sobre la ESI?, ¿cómo valoran esta enseñanza? Un equipo de investigación de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) analizó qué percepciones tienen estudiantes de colegios secundarios públicos y privados de Córdoba sobre la educación sexual que reciben, y cuáles son sus demandas e intereses en torno a este tema, entre otros aspectos.
Aunque las percepciones son variadas, la educación sexual en el ámbito escolar aparece como un espacio altamente valorado por los grupos de adolescentes consultados. Estos demandan no sólo el abordaje de esta temática, sino nuevas y renovadas modalidades de enseñanza, más abiertas y menos rutinarias y repetitivas.
Las conclusiones se inscriben en una línea de investigación sobre género y sexualidad en jóvenes de escuelas de nivel medio, que desde hace siete años llevan adelante especialistas del Área Feminismos, Género y Sexualidades del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía de la Facultad y Humanidades (CIFFyH) de la UNC. Forman parte de un proyecto de investigación que este grupo desarrolla desde 2018 con el financiamiento de Secyt-UNC, y fueron publicadas recientemente en un capítulo de un libro académico. Allí se recogen las voces y las experiencias de estudiantes a través de entrevistas y talleres grupales, profundizando en qué entienden por ESI, qué actividades les resultaron más significativas, y las principales necesidades que plantean.
“Consideran que la ESI les aporta saberes y conocimientos valiosos sobre temas que ignoraban, y les permite descubrirse por medio de la reflexión que promueve”, explica Marina Tomasini, investigadora de la UNC y el Conicet, y directora del equipo de investigación. Agrega que también “valoran positivamente la información sobre cuidados necesarios en las relaciones sexuales, y el reconocimiento de las violencias en las relaciones sexoafectivas”.
De las entrevistas además se desprende que, aunque valorada, la educación sexual recibida en la escuela es percibida como insuficiente, o al menos poco significativa. ¿Los motivos? Porque, muchas veces, llega a destiempo y se les habla sobre estos temas cuando ya se han iniciado en la sexualidad con otras personas. Pero también, por la modalidad de trabajo en el aula. “Advierten que hay un trabajo rutinizado con la ESI, que siempre se hacen las mismas actividades, que no llegan a profundizar”, describe Tomasini.
Un ejemplo de estas modalidades cuestionadas son las charlas de profesionales que invita la institución para hablar sobre el tema. Aunque encuentran interesantes estas instancias, señalan que el uso de un lenguaje muy técnico y el “formato charla” dificultan la comprensión, e inhiben el planteo de inquietudes por temor a sentir vergüenza ante sus pares y docentes.
La necesidad de superar el enfoque biologista
Otro reclamo que aparece en el estudiantado se refiere al enfoque biologista desde el cual se trabajan los temas sobre ESI en el aula, muchas veces desconectados de sus propias realidades y experiencias. Mencionan que los temas tratados se centran generalmente en la genitalidad y la reproducción (aparatos reproductores, o anatomía del cuerpo, por ejemplo), dejando fuera aspectos que exceden lo estrictamente biológico y fisiológico, tales como masculinidades, placer, amor, diversidad genérica y sexual, y el cuidado de las relaciones sexo afectivas.
“Los modelos tradicionales de educación sexual persisten y conviven con los intentos de implementar la ESI en la escuela”, señala Tomasini a Argentina Investiga y, en ese sentido, precisa que el modelo biologista mencionado se complementa con el biomédico, centrado en la prevención de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados; y el moralizante, que profundiza en las cuestiones normativas, sin incluir los sentimientos y las necesidades del grupo de jóvenes. Dicha tradición biologicista y biomédica permite además presentar los temas en clave científica, asegurando a docentes trabajar en “zonas de confort”, dándoles mayor seguridad y menos posibilidades de cuestionamiento al tratar la ESI en el aula.
“Temas como el aborto o la diversidad sexual, genérica y corporal irrumpen en las aulas más bien por demanda de estudiantes que preguntan y piden información, antes que por decisiones curriculares asumidas por docentes”, asegura la investigadora. Y añade que la agenda pública sobre género y sexualidad, y las propias experiencias de estudiantes corren permanentemente los límites de lo que puede trabajarse en clase como ESI.
Las modalidades tradicionales de encarar los temas y su desarticulación con las vivencias y experiencias juveniles dificulta, según la especialista, que se desarrollen “climas afectivos” adecuados. Se refiere a las atmósferas emocionales construidas en el aula que habilitan la circulación de la palabra y el abordaje de determinados temas, y que son promovidas a través de los enfoques, metodologías y actividades que se eligen para trabajar los contenidos sobre educación sexual. “Identificamos climas que obturan el diálogo y la participación, y otros que permiten trabajar en confianza y de manera horizontal, lo que favorece profundizar sobre temas que les interesan”, apunta Tomasini.
La ESI, una demanda en las marchas y las movilizaciones
La necesidad de recibir educación sexual en la escuela aparece ya como una demanda entre las jóvenes que participaron de las marchas y las movilizaciones convocadas en el país en 2015 por el colectivo Ni Una Menos, pero su reclamo se profundizó a partir de 2018, con el apoyo a la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo.
A partir de entrevistas realizadas en estas marchas y posteriormente, se observó que las jóvenes no entienden a la educación sexual de modo acotado, sino que incluyen un conjunto muy amplio de demandas relacionadas con las situaciones que están viviendo en sus entornos cotidianos.
“Reclaman una educación sexual vinculada a sus experiencias vitales, que les dé herramientas para enfrentar las violencias de género en el noviazgo, el acoso y el abuso, hasta formas más sutiles vinculadas a comentarios sobre el cuerpo, la gordura y el cuidado personal”, señala la investigadora. También demandan información confiable sobre anticoncepción y aborto, y la posibilidad de reflexionar sobre sexismo, diversidad sexual y estereotipos de género, entre los principales aspectos.
Estas conclusiones se obtuvieron de un estudio previo desarrollado por el mismo equipo de investigación, publicado en el artículo “¿Qué mueve a las jóvenes a participar? Activismo de género y construcción de identidades en estudiantes de escuelas secundarias de Córdoba, Argentina” (2020). En este caso se hicieron entrevistas breves durante las movilizaciones, y entrevistas grupales en las escuelas a quienes participaron de las marchas.
Pero pese a los cuestionamientos críticos hacia las modalidades y las experiencias que tuvieron sobre ESI, valoran la escuela como un espacio de contención y aprendizaje, y de acompañamiento entre pares. También reivindican el lugar de alguna persona adulta, profesora o profesor, que es percibida como referente o confiable, a la que pueden acercarse para preguntar dudas o chequear información obtenida, especialmente entre quienes no encuentran en su espacio familiar la posibilidad de hablar sobre estos temas.
Tomasini advierte sobre el alcance de las conclusiones obtenidas. “Trabajamos desde una perspectiva cualitativa, es decir, no buscamos representatividad de la muestra ni pretendemos generalizar los resultados a la totalidad de estudiantes secundarios de Córdoba, sino reconstruir sus experiencias sobre ESI desde sus propias miradas”, concluye.
Los resultados fueron publicados en el capítulo “La Educación Sexual te atraviesa sí o sí’. Currículum, climas afectivos y zona de confort en el trabajo con la ESI”, escrito por Verónica Ferrucci, María Esteve, Gabriela Morales y Marina Tomasini. A su vez, ese capítulo forma parte del libro “Ensamblajes de género, sexualidad(es) y educación. Intervenciones críticas entre el activismo y la academia”, compilado por M. Álvarez y G. Giamberardino, Tandil, UNICEN, 2021.
El capítulo recupera las principales conclusiones del estudio “Afectividad y prácticas de educación sexual. Construcción de sexualidades en escuelas secundarias” (2018-2019-2020), asentado en el Área Feminismos, Género y Sexualidades del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía de la Facultad y Humanidades (CIFFyH) de la UNC, y financiado por la Secretaría de Ciencia y Técnica (Secyt) de esta casa.
Datos sobre la muestra del estudio. En 2018 se realizaron talleres conformados por grupos de diez estudiantes en tres escuelas públicas (dos de la ciudad de Córdoba y una de la ciudad de Alta Gracia). En 2019 se llevaron a cabo entrevistas grupales (de entre dos y cinco estudiantes) en escuelas públicas y privadas de la ciudad de Córdoba. En 2020 se desarrollaron entrevistas virtuales a estudiantes de escuelas del interior de la provincia de Córdoba, y a docentes de escuelas de gestión pública y privada de la ciudad de Córdoba.
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Proyecto de investigación | Afectividad y prácticas de educación sexual. Construcción de sexualidades en escuelas secundarias. La educación sexual en disputa. Desafíos para las escuelas en un escenario de transformación social y cultural. Marina Tomasini, julio 2019.