Santiago Bondel, doctor en Geografía y docente investigador de la Universidad, trabaja con su equipo en los cambios de las modalidades territoriales andino-patagónicas, con especial atención en la Comarca Andina del Paralelo 42. Desde El Manso hasta Cholila y desde el límite internacional con Chile hasta El Maitén, esta comarca pasa por una etapa de profundas transformaciones y el turismo se muestra como la actividad dominante, con una expansión que casi no encuentra obstáculos.
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El impacto que genera el incremento de visitantes pasó, en poco tiempo, a ser destacable en el paisaje. Por ejemplo, al agrandamiento de las sendas (formación de cárcavas) y alteración de los drenajes superficiales, se les suman la contaminación de aguas superficiales y sub-superficiales, el impacto sonoro y, por supuesto, los riesgos de incendios.
Los investigadores sistematizaron los impactos generados por el turismo montano, desde los del corto y mediano plazo, hasta aquellos vinculados con la tenencia de la tierra y las diferentes valoraciones que sobre ella existen.
En términos bio-ecológicos, la disminución de la biodiversidad, los disturbios en la fauna autóctona y la introducción de especies exóticas se muestran como los más destacados. Además, debe tenerse en cuenta el impacto mixto que genera la acumulación de residuos a lo largo de las sendas y el incremento de actividades vinculadas con las cabalgatas.
Con doce refugios, el ascenso a la montaña en la época estival permite a los turistas permanecer más tiempo. “La permanencia en la montaña ronda entre los tres a seis días”, explica a Argentina Investiga Bondel. “Aquí se debe destacar que las excursiones se asocian con eventuales derroteros que interconectan a los refugios, ya que el 41% de los montañistas realizan el circuito El Bolsón, Hielo Azul, Cajón del Azul y regreso a El Bolsón. Entre otros datos, vemos que el 59% de los visitantes a los refugios es varón, con una edad promedio de 28-30 años y el 60% prefiere acampar antes que utilizar las instalaciones de los refugios”.
El incremento de visitantes a la alta montaña no es un dato menor. De acuerdo a los datos del Club Andino Piltriquitron, la subcuenca del Río Azul fue visitada por 4.237 personas en el período diciembre 2005 marzo 2006, y aumentó a 10.134 en el mismo período de 2010. “Como se comprenderá, estos casi 6.000 nuevos visitantes generan una presión muy importante sobre la biodiversidad de la alta montaña”, explica Bondel. En particular, cuando la evolución en infraestructura y servicios ha sido de muy escasa relevancia.
Montañas más frágiles de lo pensado
La fragilidad ambiental de las áreas montañosas está asociada tanto a las alturas como a sus condiciones de casi insularidad topográfica, con pendientes abruptas y potencialmente inestables. Característica de los ecosistemas de altura, que con su baja resiliencia se potencian con riesgos ciertos frente a los usos humanos del espacio.
La comarca andina es reconocida por su base histórica agrícola-ganadera; y hoy también lo es por sus artesanías y la calidad de la fabricación de dulces y cervezas. Incluso El Bolsón es publicitado como un espacio “mágico y natural” y por ser el primero en declararse Municipio Ecológico; aún así le cabe, como al resto de las comunas vecinas, la responsabilidad de preocuparse y apropiarse genuinamente de la alta montaña.
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Por último, comenta Bondel, que su colega Mauro Novara comenzó a trabajar en problemáticas similares y con espíritu preventivo en el entorno de Corcovado y Carrenleufú.