En un artículo titulado “La educación secundaria y el desafío de la recreación de la cultura” desarrollado en el volumen VIII de Cronía - Revista de investigación de la facultad de Ciencias Humanas, publicada por UniRío Editora, la profesora María del Carmen Bottazzo señaló que “la transmisión y recreación de la cultura ha sido, y es, función primordial de la escuela”.
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La profesora Bottazzo, docente e investigadora del departamento de Lengua y literatura de la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río Cuarto, señaló que la educación secundaria, al igual que sus docentes, se encuentra ante el desafío de “recuperar la capacidad de transmisión y de recreación de la cultura; conocer los procesos de hibridación que se producen en la sociedad; aprender los lenguajes tecnológicos y el uso estratégico de los mass media, no para dejar de lado la tradición, sino para que los alumnos puedan combinar los saberes culturalmente relevantes con los nuevos lenguajes y puedan, efectivamente, recrear la cultura”.
“Construir, integrar, reconocer al otro como un otro cultural y trabajar para que la recreación de la cultura sea un elemento integrador y no una forma de marginación, es el cambio que la escuela debe gestar en su interior”, destaca la docente en el artículo relevado por Argentina Investiga.
Según Botazzo, “la escuela actual atraviesa una etapa de crisis, consecuencia de los vertiginosos cambios que ocurren en lo social y de los aludidos avances tecnológicos que modificaron profundamente la manera de apropiarse de los bienes culturales. Estos cambios son el punto de partida para pensar las trasformaciones escolares y su incidencia en la relación docente-alumno-recreación de la cultura”.
En los comienzos del siglo XXI se pone de manifiesto un dinámico proceso de cambios culturales que modifican las necesidades y demandas de la sociedad, atraviesan las relaciones entre los individuos, entre éstos y las instituciones y entre las instituciones. Estas transformaciones, como todas las ocurridas en diferentes épocas, están signadas por los avances científicos y tecnológicos, su incidencia en los individuos que se apropian de ellos, los conflictos con quienes se les resisten y la consiguiente transformación social que esto genera.
“La escuela está inmersa en los cambios culturales que se gestan y se reproducen en la sociedad. Entre sus funciones primordiales está la de preparar para el futuro a partir del presente y con conocimiento del pasado; dar respuesta a las demandas sociales, familiares, individuales; incorporar a las prácticas que se realizan en su interior las innovaciones tecnológicas generadas en la sociedad para contribuir a la formación de individuos preparados para el mercado del trabajo”, sostiene la docente.
Brechas socioeconómicas
Bottazzo añadió: “Con el nuevo siglo comienza el resquebrajamiento del modelo neoliberal; las brechas socioeconómicas son cada vez mayores; cada vez hay más niños y jóvenes en la calle, que han quedado fuera del sistema educativo en alguno de sus tramos; falta de trabajo; aumento de la delincuencia juvenil. En este marco, las demandas sociales hacia la escuela se convierten en las opuestas a la época anterior: preparar ciudadanos solidarios, comprometidos con los demás, que manejen estratégicamente los medios tecnológicos, que sean capaces de trabajar en equipo. La escuela debe, además, trabajar sobre aquellos valores que la sociedad ha perdido, enseñar a los niños y jóvenes lo que los adultos no hacen”.
“La sociedad -remarcó la investigadora- demanda políticas educativas que permitan a los niños y jóvenes de los sectores sociales más vulnerables acceder a los saberes socialmente productivos que les permitan ingresar, de alguna manera, al mundo del trabajo en blanco y de la producción. El sistema educativo debería asegurar aquellos saberes que permitieran recuperar los entramados sociales que se han roto, o que han desaparecido, y producir transformaciones sociales que tiendan a integrar a los sectores populares al segmento productivo. Estas decisiones políticas son importantes para democratizar la educación, mucho más importantes si van acompañadas de condiciones estructurales y de capacitación docente”.
Bottazzo dijo que la función de la escuela es transmitir la cosmovisión determinada de una sociedad en un tiempo histórico, con los conocimientos del pasado que conforman la cultura actual para poder construir el futuro que esa sociedad desea. Es en esa versión del pasado que la escuela aporta los rasgos característicos de la identidad cultural de un pueblo y, a la vez, los construye mediante el relato elaborado en su interior.
Agregó luego: “En este contexto, los docentes, desde su etapa de formación, van asimilando los relatos que son propios de la escuela, las tradiciones, el rol y la función social que les corresponde como agentes socializadores, responsables de transmitir la herencia cultural a las futuras generaciones. Así, los docentes fueron adaptando sus prácticas a las demandas sociales de la época, pero manteniendo las tradiciones que les eran propias y que eran las que generaban la identidad de la escuela y la propia identidad docente. Y esto funcionó (con unas prácticas que, en el caso del nivel medio beneficiaban a los más capaces y dejaban afuera al resto, pero que estaban legitimadas socialmente) hasta que la globalización y los avances tecnológicos produjeron una ruptura con las tradiciones, las identidades culturales fijas y las prácticas de lectura y escritura”.
“Los cambios -indicó la investigadora- ocurrieron tan vertiginosamente que los docentes, en su mayoría, no alcanzaron a dimensionar su alcance, creyendo que eran modas, que ocurrían en otro lugar pero que no afectaban a la escuela; ésta podría perfectamente, seguir igual”.
Cambio cultural
“El cambio cultural -expresó- dificulta la comunicación entre las generaciones. Los jóvenes son portadores de códigos, valores y comportamientos que resultan ajenos o extraños para quienes les preceden. Esta brecha generacional se ve agravada por la incertidumbre que produce el futuro de una sociedad en permanente cambio y provoca en los docentes una reacción de rechazo y de gran dificultad para adaptarse a los cambios. Además, trae aparejado un distanciamiento de los nuevos códigos de la mass media: ellos recrean lenguajes, situaciones sociales y nuevos modos de comunicarse que alejan cada vez más a los alumnos de sus maestros y que desembocan en una profunda incapacidad para comunicarse intergeneracionalmente”.
La investigadora afirmó que “uno de los retos de la educación y de la tarea docente radica en trabajar a favor de los procesos de ligadura simbólica con la reubicación de relaciones entre pasado, presente y futuro que permitan la comunicación entre generaciones, a pesar de los cambios. Es necesario, también, recuperar la autoridad pedagógica sustentada en los saberes, pero ella sólo se logrará si el docente comprende que debe ampliar su mirada, descentrarse de un yo omnipotente y aceptar lo que puede y lo que no puede hacer, y ofrecer a los estudiantes itinerarios de búsqueda que puedan permitir filiaciones intelectuales que colaboren con la transmisión del legado cultural. El deseo de transmitir, si está unido a un sostenimiento de la autoridad pedagógica y al desprendimiento de la arbitrariedad siempre es reconocido por los alumnos”.
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“La pasión por lo que se hace, el respeto por las particularidades del alumno y la capacidad para ofrecer trayectos posibles de aprendizaje se traducirán en deseo de aprender” concluyó la investigadora.