El proyecto, dirigido por Gabriela D’Odorico, del Departamento de Artes del Movimiento de la UNA, busca interactuar, establecer relaciones y canales de diálogo con el arte en general y se propone encontrar un espacio de diálogo que no fuera el campo de la filosofía ni el campo del arte en sentido estricto. “Ese lugar tenía que ser el impacto tecnológico”, comenta D’Odorico.
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La ciencia y la tecnología en nuestro siglo van operando y redefiniendo, junto a otros actores, el concepto de “lo viviente” en la actualidad. Desde los proyectos sobre el genoma, las células madre, los biobancos, la biología sintética, la medicina genómica o la farmacogenómica han surgido objetos de estudio que ya no se circunscriben estrictamente al campo bio-científico-tecnológico y ha puesto de manifiesto cómo el concepto de “vida” puede ser intervenido técnica, política y artísticamente, con los consecuentes debates sociales ante esa intervención.
“La vida ya no es sólo un objeto de estudio científico. Ahora puede ser intervenida técnica, política y artísticamente para optimizarla, producirla y hacerla proliferar fuera de células, órganos y cuerpos” explica D’Odorico. Es importante resaltar que hay artistas trabajando (en lo que algunos llaman una nueva vanguardia del siglo XXI) en mostrar que los procesos de la vida pueden ser redefinidos para generar situaciones que se ubican en un “entre la vida y la muerte”. En ese sentido D’Odorico comenta que “pueden producirse objetos vivientes que no es la vida pensada en un sentido tradicional”.
El bioarte trabaja con fenómenos de la vida, es decir, toma a la vida como material para la producción artística. Y algunos artistas que también son biotecnólogos, o biotecnólogos que también son artistas, comienzan a tomar tejidos humanos y/o animales, células, embriones, bacterias, distintos fenómenos de la biología para producir obras de arte. La definición sobre la vida y la muerte en estos fenómenos es uno de los aspectos centrales que les interesa abordar a los investigadores.
¿Cómo sería un mundo en donde los procesos de la vida pudieran generarse todo el tiempo? ¿Qué pasaría con otros problemas ya no éticos sino más políticos respecto de la propiedad privada? ¿De quiénes son esas producciones: de los laboratorios, de los artistas, de los científicos, de la población? Son algunas de las preguntas que motivan a los investigadores.
Tomemos como ejemplo la obra de Eduardo Kac, quien clonó a una coneja con materiales biológicos fosforescentes de habitantes del fondo del mar, para luego tener un conflicto legal con el laboratorio en donde generó la obra, que se consideraba propietario de la misma, sin permitirle a Kac la difusión del hecho.
Otro ejemplo es el proyecto de cultivos de tejidos de Oron Catts y Ionat Zurr, conocido como “Cuero sin víctimas”, quienes generaron una prenda con tejidos de piel orgánica dentro de un biorreactor, generó una fuerte polémica con el público al momento de desconectar el biorreactor que mantenía a la obra en estado de tejido vivo.
Hay muchos ejemplos de cómo el arte se adelanta y nos interpela generando nuevas preguntas acerca de nuevos problemas que emergen, en este caso relacionados con lo biotecnológico y el desarrollo de las sociedades. Es importante generar espacios de reflexión en torno a estos procesos de los cuales somos parte.
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Gabriela D’Odorico es doctora y profesora en Filosofía por la UBA, investigadora del Instituto Gino Germani de la UBA y profesora titular de Filosofía y Estética y Ética en la UNA.