El equipo de investigación recolecta las muestras en Antofagasta de la Sierra, Catamarca
El uso de plantas medicinales se remonta a tiempos inmemoriales. Si bien no se sabe exactamente dónde se utilizaron por primera vez, el empleo de éstas últimas se ha dado en todas las culturas al mismo tiempo, fruto del deseo del hombre por sanar en relación con concepciones mágico religiosas. Los primeros registros escritos datan de 4.000 años de antigüedad y provienen de los Sumerios, habitantes del actual Irak, también es abundante la información en Egipto, China, Grecia y Roma.
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Es por esto que desde el uso del llantén para aliviar los dolores de garganta hasta las propiedades de la hoja del Aloe vera como cicatrizante de la piel, cientos de plantas medicinales son estudiadas por científicos de todo el mundo con el objetivo de corroborar esas propiedades curativas. Es el caso de los investigadores de las facultades de Bioquímica, Química y Farmacia y de Ciencias Naturales de la UNT que estudian más de cincuenta especies medicinales, distribuidas en diferentes regiones del Noroeste Argentino, y además trabajan con frutos comestibles de la flora nativa del NOA.
La doctora María Inés Isla junto a la doctora Catiana Zampini, investigadoras del Conicet y docentes de la Facultad de Bioquímica, y Soledad Cuello, becaria del Conicet y doctora en Ciencias Biológicas, descubrieron que las jarillas, especialmente una especie conocida con el nombre vulgar de pus-pus (Zuccagnia punctata) que crece en los Valles Calchaquíes, y otra planta conocida como tola (Baccharis incarum) que crece en la Puna argentina, poseen diversas propiedades medicinales, especialmente antibióticas ya que actúan sobre bacterias patógenas humanas multirresistentes a antibióticos comerciales.
Las científicas indicaron a Argentina Investiga que las jarillas tienen también cualidades antiinflamatorias, antifúngicas y además, dado que crecen en la montaña y están expuestas a elevada radiación ultravioleta, producen compuestos fotoprotectores que podrían resultar en aplicaciones como pantallas solares (cosmética), y antioxidantes porque depuran radicales libres.
La mayoría de las plantas que analiza el grupo son recolectadas de la Puna, en la región de Antofagasta de la Sierra (Catamarca) a 4.500 msnm. “A partir de nuestros estudios pudimos validar varias propiedades que le atribuye la gente de la zona a las jarillas, como la actividad antiinflamatoria o antimicrobiana y se encontró que presentan otras propiedades medicinales, lo que las hace más que interesantes para profundizar su estudio”, detalló Isla.
Myriam Arias, farmacéutica e integrante del equipo de investigación, analiza la mejor opción para vehiculizar los principios activos de la jarilla y la tola, ya sea a través de comprimidos y/o geles. Comentó que “la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (ANMAT), exige que todo medicamento nuevo sea controlado mediante ensayos in vivo en animales de experimentación, y esa es la etapa que estamos próximos a implementar”.
Arias explicó que las ventajas del medicamento fitoterapéutico (en base a plantas) frente al convencional es que “el primero suele ser más efectivo porque es un fitocomplejo, formado por múltiples moléculas y, en consecuencia, actúa sobre múltiples blancos y al tratarse de moléculas nuevas supera la resistencia que generan los medicamentos convencionales”. Y agregó que el uso de plantas medicinales puede incentivar la economía regional. “Es posible generar trabajo genuino para la gente del lugar a través de la recolección de esas especies, o desarrollar un proyecto más ambicioso a futuro, como una planta elaboradora de medicamentos, que involucre a toda la comunidad”, precisó.
Sobre el estudio de frutos comestibles, Soledad Cuello comentó que estudian la flora nativa del NOA para evaluar su calidad nutricional y funcional y para su uso en el diseño de alimentos funcionales. “Nuestro propósito es aportar valor agregado a éstos y contribuir al desarrollo regional de microemprendimientos. Entre los frutos con los que trabajamos podemos mencionar el chañar, mistol, algarrobo, tomate de árbol, arrayán y cactáceas, entre otros”, finalizó.
Propiedades anticancerígenas de la jarilla
En cuanto a las posibilidades de prevención del cáncer a partir del uso de plantas de ecosistemas áridos y semiáridos, María Inés Isla manifestó “nuestro laboratorio demostró que el extracto de una de las especies de jarillas (Zuccagnia punctata) y sus compuestos aislados fueron capaces de proteger al ADN del daño primario producido por xenobióticos. Esto revela la importancia que poseen estas especies en la búsqueda de alternativas naturales para la prevención del cáncer”.
Agregó que “por otro lado, se demostró que esta especie vegetal y compuestos aislados podrían revertir la resistencia de las células tumorales al transporte a multidrogas, lo que favorecería los resultados de la quimioterapia”.
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El equipo de investigación de Isla es multidisciplinario y está integrado por farmacéuticos, químicos, bioquímicos, licenciados en biotecnología y en ciencias biológicas, investigadores del Conicet y de la UNT, becarios y tesistas.
Soledad Cuella analiza en el microscopio una planta del herbario