Investigadores de la cátedra de Historia Económica y Social Contemporánea de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) examinaron los grandes procesos socioeconómicos que tuvieron lugar durante los últimos treinta años en los países centrales y áreas asociadas.
El proyecto, dirigido por el profesor Mario Casuccio, surgió a mediados de 2015 con el fin de generar material bibliográfico en castellano para que la comunidad académica pudieran conocer, comprender y describir esos procesos.
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“Ante la falta de bibliografía en nuestro idioma, pensamos que era interesante producir conocimiento al respecto y que sea de acceso para estudiantes, como material de cátedra, y para colegas y el público en general”, explicó la investigadora y docente Ana María De Luca, quien también forma parte del trabajo.
El estudio abarcó los casos de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y Europa del Este, desde la década de 1980 hasta 2012. En su hipótesis, el equipo sostuvo que “como consecuencia de la reestructuración económica operada a partir de 1980 y el proceso de mundialización consecuente, la economía mundial ha tendido a unificar procesos de financiarización, caída del crecimiento y del desarrollo y, como condición necesaria, la creciente distribución regresiva de la riqueza”.
En relación al período abordado, la profesora adjunta Eugenia Casuccio señaló que “a partir de 1980, se inició una fuerte reconversión de la estructura económica a nivel mundial, conocida como revolución neoliberal, impulsada por la primera ministra británica Margaret Thatcher y el presidente estadounidense Ronald Reagan”. Y agregó: “A partir de ello, se sentaron las bases del modelo liberal de la década de 1990, que contempla los principios de la libertad individual, proyectándola hacia el ámbito económico-financiero, y cuyos principales valores se basan en la ley de la oferta y demanda de bienes y servicios, buscando la maximización de los beneficios a nivel individual y el equilibrio general”.
Según explicó la especialista, el modelo económico liberal se vio consolidado en el “Consenso de Washington”, un conjunto de reformas estandarizadas para que los países en desarrollo afectados por la crisis y el endeudamiento adoptaran cuasi obligatoriamente los lineamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, entre otros organismos internacionales. “Las fórmulas abarcaban políticas que impulsaban la estabilización macroeconómica, la liberalización económica, respecto al comercio y a la inversión, la reducción del gasto público y la expansión del libre mercado”, detalló.
Puntos en común
A partir del estudio, el equipo concluyó que aunque cada caso posee sus singularidades y aspectos de mayor relevancia, hay puntos de contacto entre ellos. Al respecto, De Luca señaló que “los últimos años mostraron cambios significativos en el mundo laboral, en un contexto de globalización económica y una tendencia hacia la inestabilidad de la fuerza de trabajo, precariedad, contratos inciertos, la exigencia de calidad empresaria y el aumento de rentabilidad”.
Además, la investigadora sostuvo que en el debate sobre la globalización y la gestión de la fuerza de trabajo se evidencian dos características indivisibles. “Por un lado, existe una nueva forma de relación capitalista/trabajador, que disuelve los marcos nacionales y gestiona la fuerza de trabajo a escala mundial, pero la emplea localmente, y, por el otro, la globalización profundiza la dualización interna de los mercados de trabajo, visible en los niveles salariales y en las condiciones laborales que se polarizan”, aseguró.
Respecto del sector empresario, el proyecto permitió establecer un proceso de fragmentación y descentralización de las grandes empresas, y de reorganización del proceso productivo. “Las grandes empresas distribuyen riesgos en forma diferenciada: la demanda estable queda en manos de la empresa núcleo y las organizaciones subcontratadas ejecutan el segmento inestable y precario”, explicó De Luca, y subrayó que “cada vez mayores grupos de bajos ingresos quedan excluidos del mercado mundial”.
Según la investigación, como consecuencia del retroceso del Estado de Bienestar, se profundizó la brecha entre los países más ricos y pobres a escala mundial. En este escenario, el Estado neoliberal quedó relegado a la función, casi única, de garantizar las condiciones necesarias para el funcionamiento del libre mercado y atraer la inversión privada, interna o externa, por medio de estímulos financieros, fiscales y monetarios que aseguren rentabilidad.
Por otra parte, ante el retroceso de la soberanía económica de los estados nacionales, la economía de muchos países quedó sujeta, cada vez en mayor medida, a los dictados de los organismos internacionales de crédito, las rondas de comercio y las políticas del FMI.
“Las consecuencias en los procesos económicos se encuentran hoy firmemente establecidas, y evidencian un notable nivel de deterioro, no sólo en el crecimiento económico mundial, sino también en el empeoramiento de las condiciones materiales de vida de los ciudadanos”, expuso Casuccio. Y enfatizó: “Este proceso es el resultado de la creciente concentración de riqueza”.
En este contexto, los países tienden a unirse en asociaciones regionales, como la Unión Europea y el Mercosur, para plantear una fuerte competencia económica y atraer capitales y nuevas tecnologías.
Por otro lado, del trabajo se desprende que “a la crisis del Estado de Bienestar le sigue la inequidad social, la marginalidad y la exclusión de vastos sectores del desarrollo económico actual”. En ese sentido, Casuccio remarcó que “el visible ensanchamiento en la desigualdad de la riqueza, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, deriva en numerosas tensiones y problemas sociales que deben ser atendidas por los distintos gobiernos”.
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De cara al futuro, el proyecto de investigación pone de manifiesto la necesidad de repensar o reformular el modelo económico neoliberal. “La crisis sigue sin resolverse y continuará profundizándose cada vez más hasta que se vuelva insostenible”. Ante este panorama, la investigadora concluyó que “el camino es hacia una mayor participación y un rol más activo por parte del Estado”.