El equipo de investigación reunido en la FICH.
El uso y preservación del agua subterránea es una problemática que despierta cada vez más interés en la opinión pública. Esto se debe, principalmente, a la percepción social de que el recurso constituye hoy, frente a un contexto de estrés hídrico global, la reserva de agua dulce más importante para el futuro de la vida en el planeta.
En Argentina se encuentra alojado casi el 8% (alrededor de 225.000 km2) de la superficie total del Sistema Acuífero Guaraní (SAG), uno de los reservorios más grande del mundo que nuestro país comparte con Brasil, Paraguay y Uruguay. No obstante, sostiene Santa Cruz, “el gran peligro para el agua subterránea no pasa precisamente por la cantidad sino por la posibilidad de que la calidad se deteriore”.
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Para el especialista, proteger al agua subterránea de esta amenaza necesita un Estado que promueva un sistema óptimo y participativo de gestión, capaz de incorporar a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, en países como el nuestro, que tienen el privilegio de contar con uno de los subsuelos más ricos en agua dulce del planeta, “hay un gran déficit en la calidad de gestión. No hay suficiente dinero asignado a recursos humanos y medios materiales de control”.
El Estado: clave de una buena gestión
Además del interés que despierta por su importancia como reserva de agua dulce para el consumo humano de generaciones futuras, el agua subterránea también se ofrece como una puerta de fácil acceso a grandes negociados. Sin ir más lejos, las polémicas perforaciones realizadas recientemente en Salta para extraer agua destinada a un gigantesco emprendimiento minero en Chile, da cuenta tanto de los abusos como de la desprotección jurídica que hoy padece el recurso.
Para Santa Cruz, el Estado debe ser el principal responsable de que exista un sistema de gestión que bregue por el desarrollo sustentable del agua subterránea. En efecto, “es un recurso que nos pertenece a todos, por lo que su manejo siempre se realizará a través de los Estados. A éstos les corresponde aprobar explotaciones, un uso determinado del agua, el modo en que se extrae, es decir, tener todos los resortes legales para preservar el agua subterránea. Si esto no existe, estamos propensos a que se haga un uso indebido del recurso”.
Al respecto, el especialista asegura que el riesgo más grave que puede provocar el mal uso del agua subterránea está menos relacionado con el agotamiento del recurso que con su contaminación. “Para su explotación, el agua subterránea depende de un territorio. Por lo tanto, a diferencia del agua superficial, con una sola perforación en un área extensa no la agotamos. Es decir que agua subterránea hay mucha en cantidad y oportunidad. El problema es que tarda en contaminarse, pero cuando esto sucede es muy difícil, y caro, restituirla a su calidad original”.
Conocer el recurso también es costoso, pues “como no se ve” –argumenta Santa Cruz– “hay que invertir mucho dinero en metodologías indirectas, como geofísicas, perforaciones, ensayos hidráulicos, mapas, modelación matemática, etc.”.
Y por casa, ¿cómo andamos?
El acuífero Guaraní no sólo se distingue por ser uno de los reservorios de agua subterránea más grande del planeta, sino que además posee un extenso sector con elevada temperatura. “Es agua más energía”, sostiene Santa Cruz, aunque aclara que “si bien la temperatura es relativamente baja, los valores alcanzan para ciertos usos industriales del agua que pueden ser muy interesantes, más allá de las termas”. Según el especialista, “es un recurso que hay que prospectar muy bien” y esto requiere de inversiones importantes porque “el acuífero tiene sectores bastante profundos y las técnicas que se utilizan son más parecidas a las del petróleo que a la de acuíferos más someros”. Sin embargo, en Argentina y en los tres países que comparten el acuífero, los recursos económicos y humanos para administrarlo no son suficientes.
“Lamentablemente en estos países, excepto en Estados como San Pablo (Brasil) donde hay importantes avances, tenemos un déficit grande en gestión de agua subterránea”, asegura Santa Cruz, tras afirmar que todo país que pretenda explotar en conjunto un recurso transfronterizo, como es el caso del acuífero Guaraní, debe contar primero con un sistema óptimo de gestión interna de sus propios recursos hídricos.
En este sentido, Santa Cruz cree que el Proyecto para la Protección Ambiental y Desarrollo Sostenible del SAG “despertó en los organismos de gestión la necesidad de un manejo responsable y la realización de estudios para conocer el recurso”. Según el especialista, este proceso implica pensar en la “gestión participativa”, es decir, la inclusión de toda la sociedad en el diseño de un sistema de manejo sustentable del recurso.
El proyecto
El Proyecto para la Protección Ambiental y Desarrollo Sostenible del SAG comienza a ejecutarse en 2003, con el financiamiento del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), el Banco Mundial y la Organización de los Estados Americanos (OEA), a fin de realizar estudios sobre el acuífero, nivelar el conocimiento del mismo en los cuatro países que lo comparten y avanzar así en su uso y manejo sustentable.
“Fue el primer proyecto transfronterizo de agua subterránea que se financió en el mundo”, asegura Santa Cruz, al tiempo que agrega: "Es un proyecto preventivo. Nos permite conocer cómo funciona el acuífero antes de que empiece a explotarse en gran medida y pueda generar conflictos. Es una característica que tienen muy pocos proyectos dedicados al tema agua”.
En este marco, la FICH está trabajando en colaboración con la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN) en un proyecto sobre modelación numérica regional del SAG, del cual participan el Dr. Luis Vives, de la UNICEN, y la Dra. Leticia Rodríguez y la Mag. Andrea Gómez, docentes e investigadoras de la FICH. En la reunión técnica llevada a cabo en Santa Fe participaron, además del Dr. Jorge Santa Cruz, el Geól. Daniel García, de la Secretaría General del SAG, el Dr. Gerardo Veroslavsky, de la Universidad de la República, y el Dr. Didier Gastmans, de la Universidad Estadual de San Pablo.
Todos coinciden en señalar que, además de despertar el interés por la gestión sustentable del agua subterránea, esta iniciativa posibilitó el intercambio técnico entre especialistas de los cuatro países que comparten el acuífero. “Fue una experiencia fantástica”, señala Gatsman.
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La ejecución del proyecto “ha sido un gran éxito porque los resultados alcanzados son buenos”. Este trabajo pertenece a los Estados participantes y son ellos también los que deben decidir cómo continuarlo. Pues, concluye el especialista, “quedó demostrado que los avances a nivel regional no resuelven los problemas en el plano local, por lo que quedan enormes posibilidades de estudios para hacer”.