La obesidad es un problema mundial de salud pública y cobra aún mayor importancia durante la niñez y la adolescencia debido a su compromiso biopsicosocial. Esto quiere decir que, además de ser un importante factor de riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles (como hipertensión arterial, diabetes, hiperlipidemia, entre otras) puede provocar dificultades para relacionarse, baja autoestima y hasta depresión.
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En la búsqueda de profundizar los conocimientos, Marcos Giai y Estela Franco, docentes e investigadores de la Universidad Maza, participaron de un estudio descriptivo junto a los investigadores Viviana Morales y Beatriz Ureta. El objetivo fue determinar la prevalencia de esta enfermedad en escolares y examinar sus hábitos alimenticios y recreativos.
Ciento cuarenta y siete niños de entre once y trece años de edad que concurren a dos escuelas y a un centro de salud del departamento de Guaymallén, Mendoza, conformaron la muestra. Para llevar a cabo el estudio se tomaron medidas antropométricas (peso, talla e índice de masa corporal) y se completó un cuestionario referido a su alimentación y actividades recreativas o deportivas.
Los datos obtenidos se analizaron estadísticamente y los resultados hacen sonar, una vez más, las alarmas: el 63% de los estudiantes presentó valores de IMC por encima de lo normal. Desglosando ese número, el 40% demostró valores correspondientes con sobrepeso y el 23%, con obesidad. Además, se obtuvo información relevante en distintos aspectos:
En cuanto a los hábitos alimenticios
- El 92% desayuna diariamente.
- El 52% incluye cereales en la primera comida del día y un igual porcentaje consume dulces o facturas (masa refinada de panadería).
- El 73% desayuna lácteos o derivados.
- El 77% consume a diario dulces y golosinas.
- El 54% consume habitualmente comida chatarra o “fast food”.
- Sólo el 45% de los encuestados consume pescado.
- El 76% consume frutas o su jugo.
- El 79% consume diariamente verduras.
- El 16% consume aceite de oliva.
- Sólo el 38% consume legumbres.
También se interrogó a los estudiantes acerca del tipo de merienda que ingiere en los recreos y se conoció que el 41% lleva una colación preparada desde su casa, mientras que un 53% suele comprar en el kiosco escolar gaseosas, confituras, masas ricas en hidratos de carbono y grasas, golosinas o snacks. Es importante aclarar que al momento del estudio no se encontraba disponible en los establecimientos el tan necesario “kiosco saludable”, que ofrece cereales, frutas y otros alimentos de mejor perfil nutricional.
En cuanto a la cantidad de horas que pasan frente a la TV o con videojuegos
- 13% una hora.
- 37% dos horas.
- 32% tres horas.
- 9% cuatro horas.
- 3% cinco horas o más.
En cuanto a la actividad deportiva fuera del horario escolar
- Un 11% no realiza actividad alguna.
- Un 26% realiza al menos una hora semanal.
- Un 36% hasta dos horas semanales.
- Un 22% hasta tres horas semanales.
- Un 3% realiza hasta cuatro horas semanales.
- Un 0,6% (un solo caso) realiza más de cinco horas semanales.
¿Qué nos dicen estos números?
En primer lugar, si bien los alimentos aportados son suficientes para cubrir las necesidades nutricionales básicas durante el crecimiento, estos suelen ser hipercalóricos por lo que acaban contribuyendo a la acumulación de grasas. Además, pese a que un porcentaje elevado de alumnos consume frutas, aún no se alcanza a reemplazar los alimentos poco saludables (bollos, golosinas, confituras, masas) en la ingesta diaria.
Por otro lado, es bueno señalar que la mayoría de los alumnos manifestó desayunar a diario porque es un indicio de que la primera comida diaria se cumple, aunque en ocasiones no con la calidad deseada por los especialistas.
Otro aspecto sobresaliente fue el alto consumo de bebidas azucaradas, que predispone a los niños a desarrollar enfermedades metabólicas.
Más allá de estos datos alimentarios, el hallazgo de elevados valores de IMC también es producto del marcado sedentarismo de los sujetos de estudio. Las pocas horas de actividad física extraescolar y el reemplazo de estas por horas frente a la pantalla, acentúan la tendencia a la obesidad de los más chicos.
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El gran dilema de nuestra era se hace presente una vez más: los avances tecnológicos cambiaron nuestra forma de vivir y, en muchos aspectos, no de la forma ideal. La nueva generación ya no juega al aire libre y no se interesa tanto por los deportes, cambió realidad por virtualidad y eso afecta su calidad de vida.