En una época donde el embate audiovisual y tecnológico impregna la vida cotidiana, Domínguez no dudó en afirmar que “hay mucha gente que lee, más de la que uno imagina”. Así lo demostraron quienes se acercaron al seminario y formaron un grupo heterogéneo no sólo en edades, sino también en sus diferentes ocupaciones, aunque unidos por la lectura.
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Domínguez indicó que aunque parezca sencilla, “la formación de un lector requiere de mucho tiempo y más aún la formación de un mediador de lectura que requiere de mucho ‘otro’ tiempo”, tal vez, quitándole horas al descanso, con la finalidad de adquirir experiencia lectora. Algunos mediadores de lectura, trabajamos y nos esmeramos en hacerlo conscientemente, pero esto en realidad circula, es pasarse la antorcha. Igual que una abuela que lleva al niñito a la cama y empieza con una nana, está sembrando la semilla de un bien cultural que viene de generación en generación”.
O, como narró Michele Petit en su libro “El arte de la lectura en tiempos de crisis”: “Lo más común es que alguien se vuelva lector porque de niño vio a su madre o a su padre con la nariz metida en los libros, porque los oyó leer historias o porque las obras que había en casa eran temas de conversación”.
La lectura ocupa un lugar en el mundo
La persona que desempeña el rol de mediador es el ciudadano que toma la responsabilidad de habilitar a otros ciudadanos. En distintos lugares del mundo, maestros, psicólogos, artistas, escritores, y numerosos profesionales vivieron la experiencia como mediadores de lectura, construyendo sentido en regiones que estaban en guerra, en plena crisis económica, éxodo de poblaciones o catástrofes naturales.
Una oportunidad para imaginar otros mundos posibles
Cuando Patricia Domínguez recibió la invitación de la UNPSJB para participar con una actividad en el marco del Proyecto Educación y Acción: la educación popular para el cambio, pensó en un seminario que le permitiera trabajar la lectura literaria y contribuir así a la conformación de comunidades de lectores. Incentivar el placer por la lectura, la creatividad, el despliegue de la imaginación y, al mismo tiempo, potenciar la capacidad del lenguaje.
Abordó el discurso narrativo; trabajó la necesidad de que un texto sea verosímil, no necesariamente veraz; el rol del lector ante un texto; y el texto como una máquina perezosa. La lectura en distintos soportes, qué hay y cómo se lee en la web, cuáles son los nuevos desafíos para los lectores.
Entre las actividades que debieron realizar los participantes se destacó la producción de un texto a partir del cuento clásico de Caperucita Roja. “A la historia de Caperucita la escribieron desde distintas voces narrativas y esto fue muy rico para el grupo” porque, justamente, la función del mediador es ir abriendo la posibilidad de ver más allá de lo evidente. A veces se recurre a preguntas, aunque también pueden emplearse afirmaciones objetivas.
Los participantes también se encontraron con tareas que debieron cumplir en el hogar, como fue la elección de poemas y canciones bajo determinados criterios literarios y cuya lectura compartieron en el seminario. Observaron que “no todos los textos son poéticos,-señaló Domínguez a Argentina Investiga- aunque nos emocionen y hablen del amor” y aclaró: “Para que un lenguaje sea poético tiene que tener una textura especial, la presencia de metáforas”.
El seminario fue una ocasión para leer y escuchar obras poéticas y narrativas, estrategias de anticipación, reconstruir historias a partir de relatos, analizar los modos en que los personajes actúan. Se aportaron herramientas conceptuales y prácticas que permiten facilitar la comunicación en el territorio fortaleciendo el desarrollo de las comunidades.
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“Creo -agregó- que estos talleres funcionan como un abre apetito, para tentar a la lectura. Por eso es importante que la gente haya venido, que haya elegido estar. Es bueno abrir el apetito; después, hay siglos de cultura letrada”.