Rosario fue comparada con Chicago en varias oportunidades. La primera vez, por el crecimiento demográfico exponencial que tuvo desde 1852 hasta 1870, semejante a la ciudad norteamericana. De la Villa de 3.000 habitantes pasó a la ciudad con más de 20.000, en un salto que parecía no tener límites. En la década del ‘30 la comparación se relacionó con el auge de la mafia y después circuló una versión que asociaba la Bolsa de Chicago con el mercado cerealero local.
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El libro “Historias de la Chicago Argentina. Rosario, Imaginarios y Sociedad 1850-1950” reúne ocho trabajos de investigación que abordan diversos aspectos de esta comparación vinculados al primer sentido de la “Chicago”. Desde la consolidación de la prensa escrita en los comienzos de la ciudad hasta la pornografía como un problema de higiene y moral en las primeras décadas del siglo XX, pasando por la imposición de nombres de calles o el cuerpo (imaginado) de la mujer de la élite.
Sus autores son docentes que investigan temas de la historia local desde hace casi dos décadas, en el marco de distintos proyectos de investigación y desarrollo de la Universidad Nacional de Rosario.
“La Chicago Argentina es uno de los términos que más pervivió en el tiempo y es anterior a la mafia; tiene que ver con un crecimiento abrupto de la ciudad”, afirma el historiador Mario Glück sobre una Rosario que no tiene un pasado colonial y crece de forma espontánea a finales del siglo XIX. ¿Por qué? En gran parte, por tener un puerto y un núcleo importante de comerciantes.
Cuando la ciudad se volvió más industrial también se la comparó por la mafia, pero “eso fue producto del crecimiento económico que muchas veces va acompañado de una conducta delictiva”, señala a Argentina Investiga el profesor de la UNR; y aclara que las dimensiones de esa mafia en Rosario no eran tan importantes. Lo mismo la prostitución, que era semejante a la de cualquier ciudad portuaria.
Tampoco es la única ciudad del país sin fundación. Según cuenta el investigador, en 1925 se intentó imponer como fundador a Francisco de Godoy pero sin sustento en documentos y basándose en una tradición oral de la cual tampoco hay registro.
Lo cierto es que la denominada Villa del Rosario fue declarada ciudad en 1852, a raíz de una gestión de Justo José de Urquiza frente al Gobernador de Santa Fe Domingo Crespo por “su posición local, que la pone en contacto directo con el interior y el exterior, por su crecido número de habitantes y por su comercio activo con todos los pueblos de la República”. Esta declaración abrió, además, puertas a otros acontecimientos como la apertura de los ríos a la libre navegación, lo que significó terminar con el monopolio de Buenos Aires e iniciar un camino para el desarrollo del puerto de Rosario.
Hija de su propio esfuerzo
Una característica social de la ciudad que fue definida por el historiador Juan Álvarez es que “es hija de su propio esfuerzo”, dando a entender que sin ayuda del Estado se hicieron muchas cosas. Por ejemplo, emprendimientos como el Hospital Centenario, que se construyó a partir de una colecta o la Biblioteca Argentina.
“Fue una ciudad que tuvo muchas pretensiones metropolitanas”, destaca el historiador y explica que el diario La Capital fue creado con esa intención: hacer una campaña que capitalice a Rosario. De hecho, el proyecto se presentó en el Congreso pero fue vetado por Sarmiento.
¿Cuál es la intención de contar estas historias? “Que aquel que conoce la ciudad pueda pensar distinto, prestar atención a cosas pequeñas como el nombre de una calle, de un museo”, dice Glück.
El texto que él escribió llamado “Justo José de Urquiza en la memoria de la ciudad: la nominación de la calle 25 de Diciembre” se refiere al nombre de esa calle que originalmente se llamó Mensajería, después 25 de Diciembre y, finalmente, Juan Manuel de Rosas. “En el cambio de nombre de esa calle uno puede encontrar parte de la historia de la ciudad e interpretar la política de la época”, afirma. El primer nombre se le puso alrededor de 1860, el segundo en 1870, el tercero en 1974 y se le volvió a quitar durante la dictadura militar para finalmente volver a colocarle Juan Manuel de Rosas, en 1984.
El trabajo de Javier Chapo titulado “El cuerpo (imaginado) de la mujer de la élite. Un acercamiento desde la sección de Lawn Tenniss del club Gimnasia y Esgrima de Rosario (1918-1927) permite ver cómo se pensaba el cuerpo de la mujer en los sectores medios y altos, por qué tenía que jugar al tenis y no a otra cosa. Quizás porque mantenía una determinada figura y no era un obstáculo para reproducirse”, describe.
En el libro también se aborda el tema de la pornografía en la década del ‘30 y cómo circulaba a través del texto de María Luisa Múgica, titulado “La pornografía a viva voz: un problema de higiene y moral pública. Rosario a fines del siglo XIX y primeras décadas del XX. Algunos apuntes”.
Por otro lado, Agustina Prieto en “Teoría y práctica de la resistencia a la autoridad: revolucionarios y anarquistas en “el 93” rosarino” toma un período muy convulsionado donde se dieron las revoluciones radicales y los grandes movimientos anarquistas. “Si bien los proyectos eran distintos poseían ideas similares en torno a la forma de hacer política y el uso de la violencia”, comenta.
Un tema que se empieza a delimitar en esa época es qué es la criminalidad y qué hay que hacer con esta en la ciudad. Sobre esto trata el texto “La lupa sobre el criminal. Un modelo para armar” de Analía Vanesa Dell’Aquila.
A estos capítulos se suman “De la caricatura al magazine: periodistas e intelectuales (Rosario 1870-1914)” de Alicia Megías. “El Museo histórico de Rosario (1936-1939)” de Pablo Montini. “Reorganización del laicado y militancia católica en Rosario: un primer acercamiento a los estudios sobre la acción católica argentina en los años ‘30”, de María Pía Martín.
El investigador considera que hay cosas que aún permanecen en la ciudad, como el imaginario de ser “hija de su propio esfuerzo” y otras cuestiones que no. ¿Saber del pasado sirve para entender el presente? “Los usos del pasado por parte de la política son muy distintos a los que hace un historiador. La política no tiene un compromiso con la verdad”, explica.
Cabe destacar que una de las fuentes fundamentales de estos investigadores son los diarios de la época porque “dan una idea de lo que se pensaba en ese momento”. Y no sólo las noticias sino también la publicidad, el tipo de lenguaje, incluso lo que no se comprende, las falsas analogías. También trabajan con literatura y documentos oficiales aunque Rosario no tenga grandes archivos.
El que realizó un importante trabajo de archivo sobre Rosario fue Wladimir Mikielievich, nacido en 1904. Fue historiador, periodista, coleccionista, estadístico, ilustrador, diseñador, editor y dedicó sus esfuerzos intelectuales al estudio de su ciudad natal. Donó su acervo bibliográfico y documental al Museo Municipal de la Ciudad, que hoy lleva su nombre.
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El libro “Historias de la Chicago Argentina. Rosario, Imaginarios y Sociedad 1850-1950” fue publicado por UNR Editora. Las tres compilaciones anteriores son Los desafíos de la modernización. Rosario 1890-1930 (UNR Editora, 2010), Las batallas por la identidad (EMR, 2014) y Rastrear memorias. Rosario, historia y representaciones sociales 1850-1950 (UNR Editora, 2018).