El estudio reveló que existen concentraciones significativas de metales pesados en muestras de granos de trigo, especialmente en zonas cercanas a ciudades e industrias. El muestreo se llevó a cabo en algunas zonas de la provincia, con plantaciones de trigo que están rodeadas por industrias metalúrgicas y metalmecánicas, en los casos de los barrios capitalinos de Ferreyra y San Carlos; en Yocsina, que linda con plantas cementeras y un horno incinerador de residuos industriales; y en Río Tercero, que posee a su alrededor industrias petroquímicas y fabricaciones militares.
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Los valores obtenidos fueron expresados en concentración de miligramos por quilogramo (mg/kg). Se midió, particularmente, la presencia de 30 elementos químicos, de los cuales se destacan por su toxicidad el arsénico, cadmio, cobre, níquel, plomo y cinc. Estos metales son tóxicos para el ambiente y para la salud humana y, además, por su estabilidad, no pueden degradarse o destruir, por lo tanto tienden a acumularse en los suelos y a incorporase a algunos cultivos, como el trigo.
En tal sentido, en la investigación se hallaron concentraciones medias de arsénico, cadmio, níquel y plomo, que no superan los límites de tolerancia establecidos. No obstante, sí se encontraron cantidades superiores a lo permitido en metales como el cromo, el cobre, el hierro, el manganeso y el cinc.
La acumulación de estos metales a lo largo del tiempo, por la ingesta de alimentos, produce efectos negativos en la salud humana. El cromo produce muerte celular, el cobre promueve la liberación de radicales libres que desregulan el sistema antioxidante y genera trastornos en el transporte celular de otros metales. El hierro produce daños en el corazón y en el hígado, entre otras alteraciones. El manganeso es neurotóxico e interfiere en el funcionamiento del sistema inmune. Mientras que el cinc disminuye la acción de enzimas antioxidantes y puede producir náuseas y vómitos, entre otros efectos.
La problemática verificada por este estudio cobra especial importancia si se tiene en cuenta que en la Argentina hay una alta tasa de consumo de trigo, superior a 90 kg anuales por habitante.
En la Argentina, es el Código Alimentario el que establece el marco regulatorio a la industria alimentaria y desde donde se fijan las concentraciones de arsénico, plomo y cinc para alimentos, en general, o para cereales y oleaginosas, en particular, que se asemejan a las que establece la división de Alimentos y Agricultura (FAO) de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De esta manera, la concentración media de cobre en granos de trigo en la provincia fue de 3,79 mg/kg, lo que representa una cantidad levemente superior a la permitida (3,0/kg). Pero, como en el caso de Río Tercero, hubo valores medios que llegaron a 5,11 mg/kg. La concentración de cinc alcanzó una media de 29,2 mg/kg (lo permitido es 27,4), aunque en zonas como Despeñaderos se encontró el doble de cantidad (52,4). Peores fueron los resultados de concentraciones de manganeso, que fueron casi 25 veces superiores (49,8 mg/kg) al límite establecido tanto en la Argentina y en la mayor parte del mundo (2,0 mg/kg).
Particularmente, el estudio señala que Río Tercero fue la zona donde se detectaron mayores cantidades en muestras de granos de trigo de bromo, cobalto, cobre, níquel y rubidio; en Yocsina el metal más encontrado fue el cadmio; mientras que en la ciudad de Córdoba (barrios Ferreyra y San Carlos), cromo y manganeso. En tanto que en Despeñaderos se destacó la mayor presencia de cinc en el trigo.
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En este sentido, en el trabajo, cuyos resultados fueron publicados en la “Journal of Hazardous Materials”, se concluye que es urgente establecer controles de contaminación de los granos de trigo. La investigación es producto de una tesis de doctorado de Gonzalo Bermúdez, docente y científico de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FCEFyN).