El estudio “Mapa de la discriminación del sur de la provincia de Santa Fe” fue realizado por un equipo de docentes y estudiantes de la Escuela de Trabajo Social de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), dirigidos por el licenciado en Ciencia Política y máster en Servicio Social, Ignacio Castro Rojas. Para hacerlo se aplicó el mismo cuestionario que en el resto de las provincias argentinas y la ciudad autónoma de Buenos Aires.
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La muestra quedó conformada por 404 casos, divididos en términos porcentuales entre las ciudades cabeceras de los distintos departamentos del sur santafesino: Rosario, San Lorenzo, Coronda, Cañada de Gómez, Villa Constitución, Casilda y Firmat que representaron al Departamento de General López. En tanto, el norte de la provincia fue relevado por la Universidad Nacional del Litoral.
Los jóvenes se sienten más discriminados
De acuerdo a los datos de la encuesta, cuatro de cada diez habitantes del sur de la provincia manifestaron haber sufrido algún tipo de discriminación, siendo más los hombres (42,4%) que las mujeres (39,6%) y los más jóvenes bastante más (47,5%) que las personas de 60-74 años (26,1%).
Las personas de nivel socioeconómico bajo manifestaron haber sufrido más discriminación (45,6%) que las de nivel medio (37,5%) o alto (41,8%). De igual manera, a medida que aumenta el nivel educativo disminuyen los que sufrieron discriminación.
Observando lo que ocurrió en las distintas localidades, se destaca un elevado número de personas en Cañada de Gómez que se sintieron discriminadas (65,2%) y un número por debajo de la media del sur provincial tanto en Rosario (38%) como en Casilda (29,4%).
“Podemos afirmar que en general los que se sintieron discriminados atraviesan todas las clases sociales, todos los niveles educativos y encuentra una mayor incidencia entre los jóvenes y personas de hasta 44 años”, analiza el informe.
Al describir el tipo de discriminación sufrida, aquella atribuida al aspecto físico fue la que más se mencionó (21,7%), seguida por la situación/nivel socioeconómico (14,2%), la edad (7,1%), la obesidad o el sobrepeso (6,6%), el color de piel (6,1%), por ser mujer (5,2%), la vestimenta (4,7%), la forma de pensar/ideología (4,2%), el lugar de origen, sea la provincia o la localidad (3,3%), nacionalidad o por ser migrante (2,4%) y la orientación sexual, la religión o la discapacidad, todas con 1,9%.
“Estas situaciones de discriminación fueron experimentadas en todos los casos más de una vez, destacándose aquellas identificadas como por el color de la piel, la obesidad o el sobrepeso, la discapacidad, la forma de pensar, la religión, donde la opción muchas veces es mayor del 50%”, especifican los investigadores.
En cuanto a los ámbitos donde se experimentaron estas situaciones, el 35% se produjo en el ámbito educativo, el 22,6% en el ámbito laboral y el 15,3% en la sociedad en general. La forma más habitual fueron las descalificaciones y/o agravios en un 22,2%, seguidas por la marginación o exclusión (17,6%), el rechazo (12,5%) y considerarlo inferior (11,4%).
La indiferencia como reacción
Entre las personas que sufrieron algún tipo de discriminación, sólo el 35,2% hizo algo al respecto, mientras el 64.2% no hizo nada. Los jóvenes fueron el grupo que menos hizo frente al de las personas de 60-74 años que sí hicieron algo. Y los de nivel bajo hicieron un poco más que aquellos de nivel medio o alto.
“En cuanto a las localidades, se destaca Villa Constitución donde el 87.5% de las personas que sintieron alguna discriminación no hizo nada al respecto, un porcentaje igualmente elevado encontramos en Cañada de Gómez con el 73,3%. El resto de las ciudades estuvieron alrededor de los valores del sur provincial”, describe la investigación.
Al consultar sobre qué hicieron aquellos que se sintieron discriminados, en un 24,1% de los casos, hubo un intento de hablar con quienes habían discriminado y establecer una relación de proximidad propiciando, de algún modo, un espacio de reflexión. Por el otro lado, un 17,2% optó por insultar, un 8.6% se distanció de las personas discriminadoras y un 3.4% se retiró del lugar, clausurando toda posibilidad de diálogo.
“Una actitud intermedia podemos establecer entre aquellos que se comunicaron con una persona de cargo superior de aquella que había discriminado (13.8%). Por último, sólo un 8.6% de las personas realizó la denuncia de la situación sufrida”, según los datos de la muestra.
Alrededor de 7 de cada 10 habitantes del sur santafesino presenciaron alguna vez una situación en la que otra persona fue discriminada. Estas situaciones fueron vistas más por los jóvenes en un 82.6% frente a un 56,3% de las personas de 45-59 y un 52,2% de las de 60-74 años.
Al consultar sobre el tipo de discriminación presenciada, ubicaron en primer lugar la situación/nivel socioeconómico con 18,1% de los casos, seguida por el aspecto físico 17,4% y el color de piel con el 15,6%.
“En relación al ámbito en el que se presenciaron, vemos que vuelven a aparecer, aunque en distinto orden, los lugares mencionados a la hora de describir las experiencias de discriminación sufridas”, analiza el informe.
La función social de la Universidad
“No es igual el compromiso que tenemos los docentes e investigadores con la producción y reproducción del conocimiento y con su función social, que el de una consultora privada”, afirmó Castro Rojas a Argentina Investiga, para diferenciar el presente estudio de anteriores y celebrar la decisión del INADI de convocar a las universidades nacionales.
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Sobre el alcance de los resultados, el licenciado considera que es una herramienta para la definición de políticas públicas y diseño de campañas que permitirá decidir en qué dirección avanzar y qué medidas implementar según datos concretos.