-¿Cuáles cree usted que serían los mecanismos y espacios que permiten afianzar la democracia?
-La democracia se afianza cuando en la mayoría de la población hay una identificación con sus valores y una aceptación de que esta forma de gobierno permite la realización de proyectos grupales, sociales y políticos. Uno de los grandes problemas para que se la asuma de este modo es la generalización de la creencia de que la democracia liberal es la única forma de existencia democrática. Entre otras cosas, este modelo no asume la cuestión del conflicto, amparándose en la utopía del consenso y pretendiendo que en sociedades tan desiguales como las latinoamericanas esto es siempre posible. Entonces, esa propuesta de que siempre se debe buscar el consenso y el acuerdo es ficticia, ya que para que los intereses de un actor se realicen, se tienen que tocar los intereses de otro.
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"Cuando se establece que los problemas centrales de nuestra democracia son la falta de consenso entre los partidos, la soberbia de los gobernantes o la corrupción, se oculta el problema central que es socio económico. Este tipo de debates relegan la verdadera cuestión, que sí aparece con mucha fuerza en países como Bolivia y Venezuela, o en lo que seguramente se desencadenará en Ecuador y Paraguay. En estas democracias quienes asumieron legítimamente el gobierno están interrelacionándose con un pueblo movilizado. Un pueblo que representa a los excluidos estructurales, a los que desde la época de la conquista nunca se les respetaron sus identidades y construcciones. En ese sentido, el caso de Bolivia es paradigmático”.
-Sin embargo, según opiniones de analistas e intelectuales, estos procesos de cambio en América Latina logran un bienestar social que desconoce las instituciones democráticas, el funcionamiento republicano y dinamitan la democracia misma. ¿Qué opina sobre esta afirmación?
-Para mí no es cierto. Estos procesos avanzan sobre un tipo de institucionalidad que es la del Estado de derecho liberal. Por eso plantean reformas constitucionales, para poder construir otro tipo de instituciones que representen las demandas y valores de los pueblos que eligieron a esos gobiernos. Y esto no significa que no tengan institucionalidad. Cada generación y cada contexto histórico produce sus espacios, sus procesos, sus valores, sus objetivos, pero parece que la institucionalidad liberal dijo la última palabra para siempre y, a partir de allí, se cerró la racionalidadbuscar.
"Esas instituciones son otra expresión de la democracia. No debería descalificárselas en tanto respetan los procedimientos democráticos, en el sentido de no avasallar las normas que implican el procesamiento del conflicto pacíficamente y la decisión de las mayorías sin que se pierda de vista la voz de las minorías. Por primera vez en Latinoamérica las mayorías se identificaron con la democracia, pero con el tipo de democracia formal”.
-Cuando acabamos de conmemorar 25 años de democracia, ¿qué festejamos?
-Lo que es digno de festejar: la construcción de un Estado de derecho frente al terrorismo. A partir de allí la democracia priorizó lo institucional, sus reglas y procedimientos.
Hay dos cuestiones centrales para una democracia: la equidad y la participación, porque de lo contrario queda reducida a lo procedimental, de mayor o menor adhesión. Pero cuando uno siente que participa en la construcción de un proceso popular generador de equidad, entonces la democracia se legitima naturalmente, no hacen falta medios de comunicación ni prometer cosas imposibles, sino el compromiso de los ciudadanos.
-¿De qué manera puede reencausarse el debate político hacia espacios que habiliten ese compromiso?
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-Para ello son necesarios los partidos, los movimientos, una dirigencia política que logre construir la representación. Los medios de comunicación influyen en los debates sociales porque no existen vínculos de representación sólidos, que surjan de un partido, de una dirigencia o de un liderazgo, que a veces es lo que permite un inicio de recomposición. La política no es pura racionalidad. No tiene nada de antidemocrático un liderazgo que respete la institucionalidad y no manipule, porque si hay confianza en un liderazgo hay interrelación. La pura manipulación dura muy poco tiempo, o perdura por la fuerza.