La expansión de las actividades agropecuarias redujo la franja de ribera del arroyo.
Menos de 100 metros de vegetación separan el curso del arroyo Cululú de las áreas sembradas, de pastoreo o de cría de ganado en el departamento santafesino de Las Colonias. Esta franja de ribera, disminuida por el avance de las actividades agropecuarias, fue el objeto de estudio de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Realizaron un monitoreo permanente durante una década, con el objetivo de comprender y valorar el servicio ambiental que naturalmente brindan este tipo de zonas donde es habitual encontrar humedales.
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Los investigadores trazaron una línea imaginaria perpendicular al arroyo -una transecta- que va desde la parte más alta, donde hay actividad productiva, a la más baja, que llega al arroyo. Tanto el agua superficial como la subterránea fluyen por esa pendiente con dirección al Cululú, por lo que evaluaron qué procesos transformadores de la composición química del agua sucedían en esa franja. “Las zonas ribereñas tienen una capacidad de remediación y atenuación natural de los componentes que se transportan disueltos en el agua. Hay procesos físicos, químicos y biológicos que se dan naturalmente y le son característicos”, explicó Emiliano Veizaga, docente-investigador de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la UNL.
Pero no todo lo que llega disuelto en el agua tiene como origen las actividades humanas, también hay compuestos que son característicos de algunas cuencas de la región. En el caso de la cuenca del Cululú, “dependiendo de los ciclos hidrológicos (húmedos y secos), el agua subterránea naturalmente puede tener un menor o mayor contenido salino, y la ribera también atenúa la llegada de esas sales al curso del arroyo”, agregó Leticia Rodríguez, también docente-investigadora de la FICH.
Monitoreo
Conocer los mecanismos involucrados en la ribera requiere de numerosos datos y es por ello que los investigadores realizaron un monitoreo durante casi una década. Se instalaron dispositivos que permiten medir el nivel freático permanentemente, que varía de acuerdo al ciclo hidrológico. Periódicamente también se tomaron muestras de agua para poder medir parámetros de calidad.
“Fueron cerca de 40 campañas en la que evaluábamos el estado de los dispositivos instalados y descargábamos los datos”, relató Veizaga, y agregó que esos datos se complementan con los registros diarios de la altura del arroyo Cululú. Esta información está disponible ya que cercana a la parcela se encuentra unas de las estaciones telemétricas que conforman la Red de Alerta contra inundaciones de la cuenca del río Salado, operada por el Ministerio de Infraestructura y Transporte de la Provincia de santa Fe.
Para comprender qué ocurre con el agua mientras atraviesa la ribera, los investigadores hacen un seguimiento de las sustancias que llegan disueltas. “Siguiendo el cloruro o el sulfato uno sabe cómo y a qué velocidad se transportan y si sufren transformaciones durante el transporte. También es posible determinar si llegan a descargar en el arroyo o si quedan retenidos en la franja de ribera”, destacó Veizaga.
El trabajo, desarrollado por Veizaga, Rodriguez y Carlos Ocampo de la Universidad de Western Australia, fue publicado en Environmental Monitoring and Assessment.
Conservar
Poder cuantificar lo que ocurre en la ribera es un dato fundamental para apuntalar los esfuerzos por conservar este tipo de ambientes. “Podemos saber qué capacidad de atenuación tiene la franja ribereña y saber si estamos sobrepasando su capacidad transformadora por la gran afectación que producimos en la parte alta”, subrayó Veizaga.
Hay un límite a la expansión de la actividad agrícola que lo impone el propio régimen del Cululú, que en sus crecidas inunda las márgenes; sin embargo, se va perdiendo vegetación y se lleva ganado lo que compacta el suelo y altera el sistema. El docente resaltó, también, que más allá de los mecanismos específicos que investigan, se trata de zonas de gran valor como corredor biológico, con especies vegetales y la proliferación de una fauna específica.
Bioinspirados
Valerse de un proceso biológico natural, como el crecimiento de una planta, para hacer ingeniería, de eso se tratan los humedales construidos. El conocimiento generado a partir de estos ambientes naturales presenta a los ingenieros ambientales la oportunidad de realizar diseños que imiten el funcionamiento del ambiente natural para tratar efluentes. En esa línea, trabajan en el estudio de tratamiento de efluentes de tambo mediante el diseño de prototipos a pequeña escala.
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“Lo que buscamos en el caso de los efluentes de tambos es disminuir su carga orgánica, atenuar el contenido de sales y clarificarlo, de manera que pueda reutilizarse en alguna otra parte del circuito productivo, como puede ser riego o lavado”, adelantó Veizaga sobre el proyecto. De esta manera los establecimientos que requieren extraer grandes cantidades de agua para su uso diario podrían reducir el consumo y, a su vez, el costo de producción.