El proyecto es dirigido por el ingeniero Andrés Airabella y obtuvo el segundo premio en el Concurso Universitario de Innovación. La idea inicial fue la de realizar un aparato para medir y tratar de anular los síntomas del temblor esencial, un trastorno del sistema nervioso (neurológico) que causa movimientos involuntarios y rítmicos. Sin embargo, las distintas capacitaciones y la transdiciplinariedad que necesita cada uno de los equipos para presentarse permitió que la iniciativa se vuelva más amplia.
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“Nuestra idea de crear un aparato para suprimir el temblor esencial terminó siendo un conjunto de herramientas, técnicas y aparatos que incluyen profesionales médicos, psicólogos, psicomotricistas, que brindan una solución para el diagnóstico y el tratamiento del temblor”, indicó Airabella a Argentina Investiga.
Uno de los panoramas que la investigación exhaustiva y el trabajo en equipo les permitió conocer es que, alrededor del mundo, el 1% de la población tiene temblor esencial y muchas de esas personas están mal diagnosticadas. Por ello, se les habilitó a los profesionales la posibilidad de emprender acciones previas a la colación del aparato para suprimir el temblor. Entre ellas, analizar el temblor desde el punto de vista del movimiento y de las señales eléctricas que se generan y el poder trazar los perfiles neuropsicológicos de los pacientes.
Estas instancias de trabajo permitieron definir la propuesta del equipo de una manera integral. De esta manera, cuando un paciente sospeche que tiene temblor esencial, lo primero que se le hace es un conjunto de entrevistas para trazar su perfil. A partir de ello comienza a investigarse de qué manera puede tratárselo. “Primero, es necesario diagnosticar que efectivamente se trata de temblor esencial y, después, decidir si se le puede colocar un aparato. Para cada paciente diseñar un tratamiento específico (…) Toda la cadena sería diagnosticar, elegir el tratamiento y hacer un seguimiento”, afirmó el científico.
El temblor esencial no tiene cura, lo único que se puede hacer es minimizar los síntomas a través de las técnicas que se dispongan. “Ver la cantidad de gente mal diagnosticada nos dio la pauta de que había mucho para trabajar y que era más potable trabajar en diagnosticar mejor que en intentar un tratamiento mejor”, agregó.
El temblor esencial es genético y hereditario; se manifiesta más a partir de los 40 años. Una de cada veinte personas lo padece a partir de los 40 años y una de cada cinco a partir de los 60. También hay casos en niños muy pequeños que comienzan con algunos síntomas. “El proyecto en sí contempla que cualquier paciente, sin importar la edad, pueda ser ingresado y tratado utilizando todas nuestras técnicas”.
El aparato que diseñan los profesionales se coloca como si fuera una manga y para el paciente no implica un mayor peso que llevar una remera manga larga y un reloj, si lo requiere, en la zona a tratar. En ese reloj va una pequeña computadora que levanta la información de los sensores a lo largo de toda la manga, que puede ser del tamaño de la extremidad afectada (mano, antebrazo, brazo, hombros).
La computadora censa la actividad electromiográfica, es decir, los impulsos eléctricos que generan los músculos cuando se mueven. Como dichos movimientos pueden realizarse de manera voluntaria o no, el aparato distingue su origen, para que, en el caso de aplicar una estimulación inversa, no frene el brazo. El aparato enviará la información a otro dispositivo que almacenará los datos, para luego procesarlos a fin de diseñar el tratamiento personalizado del paciente.
“Hay personas que tienen temblor en la mano, el antebrazo, el brazo, los hombros, o en la voz. Hay personas que tienen en alguna parte, otros en todas. No importa la edad, importa que se trate a la persona de la forma adecuada, de acuerdo a lo que tenga”, agregó Airabella.
Próximos pasos
Obtener el segundo premio en el concurso universitario de innovación fue para el director del proyecto un impulso, tanto en lo emocional como en lo económico, para potenciar el trabajo del equipo. “Salir segundos nos dio la pauta de que el proyecto está bueno y que quizás sea el comienzo de algo más grande. Vimos la finalización del concurso como el inicio, el empujón que necesitábamos para salir, buscar inversores y poder arrancar”, dijo.
Desde el equipo, esperan en los próximos dos años tener un protocolo de diagnóstico y de las técnicas, y que el aparato ya esté listo para empezar a usarse. A largo plazo, uno de los objetivos fundamentales de Airabella es que quienes padezcan temblores esenciales puedan conocer el trabajo que han realizado como equipo.
“Estamos haciendo hincapié en conectarnos con los centros de salud de San Luis; queremos empezar por lo regional, porque queremos validar las propuestas poco a poco (…) Estamos llegando a la gente de distintas maneras, a través de las redes, del boca en boca y asistir a eventos en los que se presenten aparatos y tecnología para la salud”, sostuvo.
Consultado acerca de cómo imagina el acceso del tratamiento para los pacientes, Airabella sostuvo que las técnicas de diagnóstico y protocolos son pensadas para realizarse de manera libre y gratuita, como eje científico del proyecto. Mientras tanto, con respecto al aparato, que es lo que tiene en sí costo físico, piensan realizar un modelo de suscripción, y a los médicos o clínicas interesadas en usarlos les entregarán una cantidad de aparatos. De esta manera, el paciente pagará por él solo cuando lo necesite.
“Nuestra idea es que el paciente no tenga que estar todo el día o todos los días utilizando el aparato, sino diseñar un mejor tratamiento para ello. El paciente pagando un dólar por día podrá acceder a su uso, este costo para la persona que padece temblor esencial no es nada, ya que es un salto significativo en su calidad de vida”, afirmó.
Otro de los objetivos a largo plazo que el equipo se propone, es el de lograr que las obras sociales y mutuales empiecen a utilizar este tipo de tratamientos.
Equipo de trabajo
Lo conforman científicos y estudiantes de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). Está dirigido por Andrés Miguel Airabella, Ingeniero Electrónico egresado de la UNSL (2009), lo acompaña Julio Dondo, Ingeniero Electricista Electrónico y Doctor en Ingeniería.
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También trabaja la Ingeniera en Electrónica Astri Edith Andrada Tivani; Eduardo Gastón Amaya, Ingeniero Electrónico, quien se desempeña como docente en la UNSL, María Evangelina Estrada, Licenciada en Psicología y el médico neurólogo Miguel Abrahín Durisch. El equipo también está compuesto por los estudiantes María Inés Morici, de la Licenciatura en Psicomotricidad, y Emanuel Alfredo Cortez Médici, Facundo Martín Suarez y Raúl Ricardo Ginart, de Ingeniería en Electrónica con orientación en Sistemas Digitales.