Nota

Universidad Nacional de Quilmes - Departamento de Ciencia y Tecnología

05 de Julio de 2021 | 6 ′ 44 ′′

Una investigación para que el campo vuelva a ser verde

Entrevista a Luis Wall, docente y director del Centro de Bioquímica y Microbiología de Suelos en la UNQ. “Si se incorporasen los conocimientos científicos necesarios sería posible tener campos con buenos niveles de producción, a partir de manejos que lograrían autonomía de los agroquímicos” sostiene el especialista.
Una investigación para que el campo vuelva a ser verde

“La agricultura podría convertirse en una herramienta de mitigación del cambio climático, todo lo contrario a lo que sucede en el presente. Conocer el suelo es un proyecto que cierra por todos lados”, dice Luis Wall y enciende la chispa del diálogo. Además de ser un científico de trayectoria, es un excelente divulgador. Su mente inquieta, a menudo interpelada por múltiples intereses, desde hace años se concentra en una sola idea: la búsqueda de opciones para que los suelos de la Argentina dejen de sufrir con una agricultura extractiva basada en agroquímicos.

En este sentido, confía en que la perspectiva agroecológica tiene muchos puntos en común con el conocimiento científico basado en la biología de suelos. A continuación brinda una clase, de esas que se recuerdan por mucho tiempo.

–¿Es posible que la Argentina desarrolle una agricultura más sustentable?

–Desde la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) venimos estudiando los suelos agrícolas y cómo ciertos manejos mejoran su biología. De alguna manera, pienso que en el corto plazo los modelos agroecológicos confluirán con los regenerativos, cuyo eje se concentra en la biología del suelo; me refiero, precisamente, a una agricultura más sustentable. El principal problema es que existe una industria gigantesca de una agricultura manejada a partir de agroquímicos, promovida por un paradigma de conocimiento instalado de manera muy potente. Por lo tanto, cambiar de modelo no es sencillo: hay muchos intereses económicos detrás.

–El modelo hegemónico de agricultura, basado en agroquímicos, no presta atención a la biología del suelo…

–Por supuesto que no. De hecho, el abordaje biológico del suelo ha estado completamente ignorado. No se llega a advertir que si se incorporasen los conocimientos científicos necesarios sería posible tener campos con buenos niveles de producción, a partir de manejos que, con el tiempo, lograrían autonomía de los agroquímicos. Entre 2015 y 2020, desde la Universidad, junto con un grupo de personas de Aapresid (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa) realizamos una investigación muy exhaustiva. Allí observamos que el uso del suelo basado en la rotación de los cultivos en siembra directa permite que la biología se regenere a toda escala trófica, desde las microorganismos unicelulares que presentan un tamaño de algunos micrómetros de largo (entre 0,5 y 5 μm, por lo general) y diversas formas incluyendo esferas, barras y hélices.">bacterias hasta organismos más complejos como las lombrices. Curiosamente, hallamos que cuando los indicadores biológicos del suelo mejoraban (su calidad, su salud y su productividad) era cuando se aplicaban menos químicos.

–Por eso, usted recién señalaba que el enfoque de la biología del suelo se orienta hacia la agroecología, que parte de la base de evitar la utilización de tóxicos.

–Exacto. La agroecología incorpora a la biología como parte del sistema de producción. Es necesario que se recomponga la fertilidad biológica del suelo, un aspecto que nunca supo manejarse y en el que hacemos hincapié desde hace tiempo.

–¿Qué es la fertilidad biológica?

–A partir del modelo tradicional, en nuestras carreras, nos enseñaron que las plantas absorben los nutrientes a través de los pelos de las raíces. Eso es correcto, pero también es necesario saber que en la naturaleza, la superficie de las raíces está cubierta por una población enorme de microorganismos. Esa comunidad es la encargada de transferir el nitrógeno y el fósforo desde el suelo hacia la planta. Los fenómenos en el suelo, entonces, acontecen de una manera mucho más orgánica de lo que estamos acostumbrados a pensar. Intervienen muchos actores y lo más sorprendente es que, en la mayoría de los casos, ni siquiera sabemos cómo actúan.

–¿Y cómo se aplica este nuevo modelo, basado en la fertilidad biológica, a los suelos de la Argentina?

–Pienso que podrían plantearse trabajos para recomponer los escenarios sojizados, a través de manejos agrícolas que permitan regenerar las poblaciones de bacterias y de hongos, que son las que gestan las comunidades que se conectan entre sí y, en definitiva, conducen a un esquema de biofertilidad. Todo esto, en conjunto, implicaría un modo de producción distinto, capaz de responder a otros parámetros, de cuidar la salud de los suelos y, al mismo tiempo, conseguir la mayor producción posible por unidad de superficie. Cuanto más eficiente es la agricultura, menos se necesita expandir la frontera agrícola.

–La expansión de la frontera agrícola que tantos problemas trae. El precio del progreso.

–Sí, el precio del progreso es demasiado alto. Deberíamos prohibir la deforestación, porque al expandir la agricultura se achican los bosques que, entre otras cosas, funcionan como la antena del planeta.

–¿La antena del planeta? ¿A qué se refiere?

–Porque son los encargados de realizar la captura del carbono, clave para mitigar el calentamiento global. En general, la agricultura es una actividad extractiva, porque le baja la calidad química al suelo al disminuir la materia orgánica. Es por este motivo que es fundamental analizar la microbiología del suelo: para conocer cuáles son las bacterias y los hongos que realizan un trabajo protagónico en el proceso de captura de carbono y habilitan al aumento de la materia orgánica.

–Es como un análisis del ADN del suelo.

–Claro, conocer qué hongos y bacterias hay en una parcela determinada ayuda a comprender el microbioma. Podría compararse qué sucede, por ejemplo, en suelos distintos (uno prístino y uno agrícola) de una misma región. De esta manera, la agricultura podría convertirse en una herramienta de mitigación del cambio climático; todo lo contrario a lo que sucede en el presente. Conocer el suelo es un proyecto que cierra por todos lados. Rinde económicamente en la medida en que ambientes que en el pasado no eran productivos podrían pasar a serlo. Si hallamos la información específica que nos permita saber cuáles deberían ser los manejos agrícolas (qué cultivos, qué rotación) en cada caso, podríamos utilizar menos agroquímicos y, en simultáneo, dejaría de ser un requisito excluyente la expansión de la frontera y la tala de árboles. Como resultado, la recomposición de la biología del suelo se produce por sí sola. Así de maravillosa es la naturaleza.

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Leticia Spinelli
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