Nota

Universidad Nacional de Río Cuarto - Facultad de Agronomía y Veterinaria

31 de Julio de 2023 | 13 ′ 31 ′′

Proyecto de innovación productiva a partir del cannabis

El Grupo de Desarrollo Cannábico de la Universidad Nacional de Río Cuarto llevará adelante una prueba piloto en el Valle Traslasierra con tres variedades de Cannabis. Trabajarán en el fitomejoramiento y la posterior inscripción de variedades genéticas de Cannabis sativa L., para uso industrial.

"El Grupo de Desarrollo Cannábico este año va a ofrecer cursos destinados a la gente que quiere producir sus plantas, y no sabe cómo hacerlo", dijo el ingeniero Cerioni.

La investigación y el desarrollo en cannabis es el eje central de un trabajo científico, tecnológico y social que se lleva adelante en el Valle Traslasierra, cuyo director técnico es el docente investigador Guillermo Cerioni, de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UNRC. En los próximos días traerán desde Francia tres variedades de semillas de cáñamo para una primera prueba piloto en el país.

Cerioni, ingeniero agrónomo y Magíster en Producción Vegetal, trabaja con el científico Gustavo Demian Álvarez, director y formulador del proyecto, ingeniero ambiental egresado de la Escuela de Ciencias de la University Of Central Florida -EEUU- y Técnico Agrónomo. El equipo se completa con las investigadoras Clara Olmedo, de la Universidad de Chilecito, y María Lila Torre, de la Universidad de La Plata.

Es un proyecto de desarrollo socioambiental sostenible a partir de la producción y la industrialización de plantas de Cannabis sativa. Cimienta la innovación tecnológica de fitomejoramiento y posterior inscripción de variedades genéticas de Cannabis Sativa L. -cáñamo-, para uso industrial y la producción y el desarrollo de esta planta como fuente de economía circular, social y solidaria.

Frente a los prejuicios y el desconocimiento sobre el cannabis, sus usos y beneficios, esta iniciativa, denominada “Oasis Cañamero”, se centra en la innovación productiva. Además de los objetivos científicos, tiene como una de sus principales metas la generación de trabajo.

Es un plan de tipo asociativo, investigativo productivo, que apunta al desarrollo socio ambiental sostenible, de carácter transdiciplinario, para el Valle de Traslasierra, modelo que será extrapolable a otras zonas del país, donde se desee producir variedades cannábicas como eje del desarrollo socioeconómico sostenible.

Las semillas importadas son variedades de cáñamo industrial, una de fibra larga, otra de granos y una tercera de doble propósito, de grano y fibra, provenientes de Francia, que se sembrarán en la segunda mitad de este año. La prueba incluirá una hectárea para cada una de las variedades. Se trata del primer certificado de importación otorgado en el país.

Apuntan a generar un modelo de desarrollo socio-económico sostenible a partir de la producción cannábica, tanto para uso medicinal como industrial, que permita, desde un enfoque transdisciplinario, el desarrollo socio ambiental del Valle de Traslasierra.

El trabajo incluye la realización de un proceso de fitomejoramiento, técnica de investigación mediante la cual se cruzan distintas variedades de una misma especie vegetal, con el objetivo de mejorar sus características genéticas para lograr plantas más resistentes y productivas. Posteriormente, prevén inscribir semillas de cannabis de uso industrial –cáñamo- y cultivarlas de manera agroecológica en el país, de acuerdo con lo establecido por el Instituto Nacional de Semillas (INASE). Y, una vez inscriptas, las comercializarán.

La iniciativa incluye la puesta en marcha de dos granjas comunitarias autosustentables para la producción de aceite cannábico medicinal a partir de variedades nacionales registradas en el INASE, con el fin de abastecer los centros médicos municipales del Valle de Traslasierra.

El proyecto también prevé la generación de materiales de construcción -ladrillos, bloques y paneles- y la posterior edificación de viviendas con fibras del cáñamo resultante del fitomejoramiento. Se agrega la obtención de variados productos alimenticios a partir del grano -aceites comestibles, harina, complementos proteicos, barras de cereales, panificación y pastas-. La siembra y cosecha de estas variedades de cáñamo industrial demandan un período de entre 95 y 100 días.

Guillermo Cerioni, docente del Departamento de Producción Vegetal de la UNRC, señaló a Argentina Investiga: “Este es un proyecto que avala la Facultad de Agronomía y Veterinaria, centrado en el cáñamo industrial con eje en la extracción de fibras. El director, Gustavo Álvarez, viaja a Francia para traer las semillas con el objetivo de hacer el fitomejoramiento de esas variedades”. Y remarcó: “El mundo está requiriendo de estas fibras naturales para empezar a reemplazar de a poco a las sintéticas derivadas del petróleo; pues hasta la aparición de estas últimas –en el siglo pasado-, desde hace miles de años se utilizaron para navegación marítima, industria textil, papelera, entre otras. Es una planta que tiene muchos beneficios”.

El investigador señaló: “Una vez que se traigan estas semillas desde Francia se va a estudiar su adaptabilidad y se va a mejorar la especie, previo ver qué rendimiento tienen las variedades en cuanto a la fibra”. Y explicó: “Estas plantas tienen muy poco THC –Tetrahidrocannabinol-, que es el componente más importante y abundante de la planta de cannabis en las variedades clasificadas como psicoactivas. Las no psicoactivas -el cáñamo-, deben tener menos del uno por ciento de THC. Las de uso medicinal tienen, además, el cannabidiol –CBD-, otra las más de cien sustancias químicas de la planta Cannabis sativa”.

Por otro lado, Cerioni puntualizó: “Hemos conformado el Grupo de Desarrollo Cannábico de la UNRC, que es interdisciplinario, integrado por docentes investigadores de todas las facultades. Y hay tres proyectos: uno de extensión, dirigido por la ingeniera María Valentina Sosa, de la Facultad de Ingeniería, con el objetivo de brindar un servicio vinculado con el análisis de los cannabinoides que generan aceites, porque ahora la ley argentina permite que las personas puedan autocultivar esta especie para hacer aceites medicinales. Es importante conocer qué aceite están haciendo, qué calidad tienen y cuantificar los cannabinoides, es decir, los compuestos que tiene la planta de cannabis, con propiedades terapéuticas”.

“En otro proyecto –continuó el investigador– que dirige la doctora Marta Dardanelli, de Ciencias Exactas, fue aprobado por el Ministerio de Salud y se lleva adelante en forma conjunta con la comuna de Villa Ciudad Parque, que comenzó a hacer aceite para su población. Fue presentado ante el Ministerio de Ciencia y Tecnología, y se llama “Cultivo de Cannabis sativa para estudio, investigación y la producción de medicamentos seguros y eficaces de uso en la salud pública”. “A la par, se lleva a cabo este proyecto en Traslasierra”.

Por último, indicó: “El Grupo de Desarrollo Cannábico ofrecerá cursos destinados a la gente que quiere producir sus plantas y no sabe cómo hacerlo. Se va a capacitar sobre cómo extraer el aceite y su uso. Acá contamos con la aparatología necesaria, concretamente cromatógrafos (HPLC), una técnica utilizada para cuantificar los componentes. El INTI nos brindará los patrones para la calibración de estos dispositivos. De esta manera, los interesados van a poder conocer la calidad del aceite que están produciendo”.

Innovación científica y productiva

Realizarán fitomejoramiento e instalarán dos granjas cannábicas; elaborarán materiales de construcción a partir de la fibra de cáñamo; trabajarán en la elaboración y el procesamiento de alimentos a partir del grano de cannabis; analizarán muestras de aceite medicinal; entregarán este tipo de aceite a centros de salud municipales; ofrecerán talleres de capacitación; y construirán una planta de elaboración de aceite medicinal.

–¿Es una primera prueba?

–Sí. Son tres variedades diferentes de Cannabis Sativa L. de uso industrial, una variedad para fibra larga, una variedad de doble propósito y una variedad productora de granos. Eso es lo que tenemos autorizado para hacer el ensayo y luego la registración en el Instituto Nacional de Semillas. Yo tengo el primer registro para cultivar categoría A para lo que es cáñamo industrial. Y ahora hay dos o tres proyectos de otras empresas, pero este es el primero, que además tiene contenido sociológico.

–¿Harán ensayos sobre las plantas para poder identificarlas?

–Las variedades ya están inscriptas internacionalmente. Lo que estamos haciendo es una adaptabilidad a la zona y la caracterización de las plantas para poder registrarlas; además del nombre científico que tienen se les colocará un nombre identificativo en el Instituto Nacional de Semillas, lo cual será posterior al ensayo. Después, se va a hacer industrialización de la fibra y el grano.

–¿Cómo harán el fitomejoramiento y la caracterización de las plantas?

–El fitomejoramiento es la adaptabilidad de las variedades para poder caracterizarlas acá, independientemente de que ya tenemos las características desde el origen de las plantas; pero más que nada tenemos que hacer el ensayo para poder registrarlas después. El ensayo es para demostrar que las variedades funcionan y para determinar cuáles son los rendimientos y demás características de las plantas. Aquí, en la Argentina, en el ‘77 se prohibió el cultivo de cannabis y, en el caso del cáñamo, no hay capacidad para tener semillas, poder cultivar y poder hacer ensayos. Es muy diferente al cannabis medicinal. En el caso del cáñamo se necesitan entre 35 y 60 kilos por hectárea.

–¿Por qué dicen que apuntan al desarrollo socio ambiental sostenible?

–Es un proyecto socio ambiental porque involucra no solamente el estudio de las variedades de cáñamo. Se introduce la planta con un enfoque para la generación de desarrollo, para trabajar con organizaciones comunitarias y poder aportar a la economía regional a partir de la producción cannábica. En el caso del cannabis medicinal, que también involucra el proyecto, se va a trabajar con variedades ya registradas en el país, de un modo cooperativista en dos granjas autosustentables para proveer a los dispensarios de los municipios del valle.

–Uno de los propósitos es generar con la fibra resultante de la producción materiales y alimentos

–De los resultantes de los procesos de fitomejoramiento cañamero nos queda fibra y granos. En el caso del grano, una parte va a estar destinada a volver a sembrar y el resto para industrializar y generar distintos alimentos. Con la fibra, a partir de lo que necesitamos en el Valle Traslasierra, apuntamos a la utilización de las fibras cortas para la elaboración de materiales de construcción, ladrillos, cemento, concreto de cáñamo. Las fibras largas se van a comercializar para la industria textil. Los procesos están centrados en la capacitación a miembros de distintas cooperativas para que a partir de esta materia prima hagan los distintos productos. Hay una cooperativa de mujeres que va a trabajar con los alimentos.

–¿Cuál es el aporte de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UNRC?

–En la Universidad tienen la unidad de validación tecnológica. Es un proyecto asociativo, articulado. Con el ingeniero Guillermo Cerioni trabajamos en el fitomejoramiento del cáñamo. Las publicaciones que se realicen van a salir bajo la órbita de la Facultad. La unidad ejecutora es la Comisión de Derechos Humanos. Lo dirijo yo y hemos invitado a investigadoras de las universidades de La Plata y de Chilecito.

–¿Dónde se desarrolla el proyecto?

–Tiene epicentro en Nono, con el centro de investigación y desarrollo cannábico. Va a haber atención médica a partir del uso del cannabis medicinal. Pero es un proyecto integral del Valle; hemos tratado de articular con los distintos programas y grupos. Se apunta a producir semilleros en el Valle, que es lo que se necesita para poder producir mayor cantidad de cáñamo. El volumen para sembrar cáñamo y que sea productivo es más grande que los de cannabis medicinal. Hay zonas adheridas que son parte integral del proyecto. Apuntamos a generar un corredor turístico, medicinal, agroecológico, a través de cannabis. Se quiere trabajar con calidad.

El director de este trabajo, Gustavo Álvarez, quien se ha focalizado en Gestión Ambiental, Desarrollo sostenible y Agroecología a partir de la producción de cáñamo, es miembro de la Asociación Civil Comisión de DDHH por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Traslasierra, unidad ejecutora de este proyecto. Fue asesor del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en Latinoamérica. Es especialista en cáñamo industrial con capacitación en fabricación de alimentos y materiales de construcción; ha sido investigador invitado por la Cátedra de Fibras Naturales de la Escuela de Posgrado de la Universidad Nacional de San Agustín Arequipa, en el proyecto Industrialización de la fibra del cáñamo para la industria textil y celulósica. Fue capacitador de la Policía Nacional del Perú en cannabis y diferentes temas ambientales; asesor de la Cámara peruana de Agroexportadores en producción e industrialización del cannabis industrial y medicinal; formulador del Proyecto Socio ambiental Nonogasta – Chilecito -La Rioja- para fitorremediación con cáñamo de las lagunas de oxidación de la Curtiembre Curtume SBR (ex Yoma); recibió el reconocimiento de la Fundación Manfred Max Neef y The Rigth Livelihood Foundation -Nobeles Alternativos- por el Proyecto Socioambiental Nonogasta -Producción e industrialización de Cannabis Industrial- y le dieron el premio Latinoamérica Verde.

Producción Periodística:
Deolinda Abate Daga

Responsable Institucional:
Deolinda Abate Daga
Universidad Nacional de Río Cuarto

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