Desde la Universidad Nacional de Lanús, en el año 2018, las investigadoras Anahí Sy, Paula Derossi, Brenda Moglia y Gisele Aragunde, del Conicet, iniciaron un estudio que buscaba conocer el trabajo y la salud de quienes trabajan en los hospitales públicos de la provincia de Buenos Aires. Al cierre de la primera etapa de investigación, luego de una intensa tarea en la guardia de un hospital público del Conurbano Bonaerense, concluían de forma hipotética: “La guardia es un espacio en el que convergen las problemáticas y las demandas emergentes o coyunturales de la población de menores ingresos, con la exigencia de responder a las llamadas urgencias y emergencias médicas, desde lo establecido (normado y/o regulado) por la institución. La demanda de la población no siempre coincide con aquello que la institución norma y regula como emergencia y/o urgencia médica, tampoco con la expectativa y el proceso de trabajo cotidiano del personal médico-asistencial”.
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Esta afirmación adquiere un sentido pleno y renovado en el contexto de la actual pandemia: el foco de la investigación se coloca ahora en la experiencia de las, los, les trabajadores de la salud. Las especialistas recuperan las voces, las vivencias, las experiencias y los sentimientos asociados a la atención a la salud a partir de la declaración de la cuarentena por el coronavirus.
Estas voces hablan de lo urgente hoy: el COVID-19; pero también de lo emergente: las violencias, el hambre, los cuadros de depresión o ansiedad, los suicidios e intentos de suicidios, el dolor y el agravamiento de padecimientos y enfermedades crónicas; en suma, se trata del temor que genera la incertidumbre de esperar algo que aún no se sabe qué dimensiones tiene o tendrá.
Sin embargo, la emergencia en salud pre-existe a la declaración de la emergencia sanitaria. Hacia fines de 2019 las condiciones en que se encontraban los hospitales y las instituciones de salud en general, además de la escasez de recursos básicos para la atención, mostraban un enorme deterioro de la salud pública y de las condiciones de salud y trabajo de sus trabajadores. Esto es el resultado del lugar secundario que ocuparon las políticas de salud en relación a otros intereses políticos, durante un gobierno que mostró un desprecio importante por la salud pública, colocándola en un lugar secundario al quitarle el rango de Ministerio.
Además, “ante la idea de que la economía prima sobre cualquier otra dimensión de la vida política, claramente la medida de cuarentena y la ‘vida en suspenso’ que esta acarrea, dejan al descubierto que la salud debe ser y es política pública y que la salud/enfermedad pueden acabar gobernando la economía. Una cosa iguala a países como el nuestro, que prioriza la salud sobre la política y a aquellos que priorizan la economía sobre la salud, EEUU como ejemplo paradigmático: en los dos casos el derrumbe económico que sufrimos es estrepitoso. Aunque una dimensión fundamental separa la vida de la muerte, una política pública de salud” señalan las especialistas a Argentina Investiga.
Hoy, quienes trabajan en salud se encuentran viviendo un vértigo impensado un par de meses atrás, atienden en el hospital, en la calle, en los centros de salud, por teléfono y Whatsapp. Ya no tienen los horarios habituales y sus protocolos y rutinas de trabajo cambian a diario, responden y buscan adecuarse no sólo a la norma que se establece desde el gobierno provincial y nacional, sino también a la demanda que emerge en cada uno de los barrios y en las poblaciones locales: las pre-existentes, las emergentes, las del miedo al COVID-19 y las del COVID-19 en sentido estricto.
“El personal de salud también recibe aplausos, y nos permitimos dudar de la pertinencia… el aplauso es el del público, es el del agradecimiento, es el de la gratitud o celebración, el aplauso lo brinda un espectador de una escena que se le aparece como obra, ficción, representación, espectáculo. En estas circunstancias, con o sin aplausos, todos debemos ser actores, quedarse en casa es el ejercicio de un rol protagónico, no sólo en el cuidado de la propia salud, sino también de la salud colectiva. Y esto traduce, en parte, la demanda del personal de salud a las personas: ‘no salir’”, agregan.
Lo urgente y lo emergente que las investigadoras buscan destacar pone en cuestión la idea que circula en torno al establecimiento de un nuevo estado de cosas, de una realidad completamente novedosa que se instala con la circulación del COVID-19 a nivel mundial. La pandemia, si bien trae un nuevo elemento, el coronavirus, éste, como otras enfermedades, no hace más que poner en evidencia contradicciones y tensiones pre-existentes en nuestra sociedad: una de ellas, la precariedad del sistema público de salud, que exigió un tiempo en suspenso a todo el país, para acondicionarlo y fortalecerlo. Las profundas desigualdades que caracterizan a nuestro país, independientemente del origen o de la procedencia de un virus, este va a enfermar y matar más a quienes viven en situación de mayor vulnerabilidad. Por último, señalan las investigadoras, en estas circunstancias que golpean especialmente a quienes hoy atienden a la salud, no debemos dejar de visibilizar que su experiencia subjetiva individual es parte de un sentir y una experiencia colectiva, construir narrativas que trasciendan el nivel singular de estos padecimientos y sufrimientos es una tarea ineludible para pensar la atención a la salud pública en la pos-pandemia.
“Una nueva normalidad establecerá también unos trabajadores y trabajadoras que serán ‘otres’, porque nadie sobrevive a experiencias límite o extremas, como la que hoy enfrentamos, sin una elaboración que le dé un lugar y le otorgue sentido. Desde nuestro espacio, invitamos y acompañamos a las, los, les trabajadores a una elaboración colectiva de estas narrativas”.
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*Las autoras son integrantes del Instituto de Salud Colectiva de la UNLa. Contacto Anahí Sy: anahisy@gmail.com